De la manera más comedida, sin caer en excesos ni mucho menos sensacionalismos, la prensa cubana de los últimos tiempos ha estado informando de una serie de delitos económicos que han ido desde la venta de placas para radiografías hasta incumplimientos ex profeso de las normas de las cantidades de queso necesarias para hacer una pizza. De la manera más comedida, sin caer en excesos ni mucho menos sensacionalismos, la prensa cubana de los últimos tiempos ha estado informando de una serie de delitos económicos que han ido desde la venta de placas para radiografías hasta incumplimientos ex profeso de las normas de las cantidades de queso necesarias para hacer una pizza.
Los protagonistas no son otros que directores de empresa, directivos, económicos, jefes de turno o brigada, especialistas, almaceneros, obreros y terminan regularmente en choferes y algún que otro custodio encargado esta vez de encubrir la fechoría.
Un repaso a esta espada de Damócles sobre la economía nacional basta para confirmar que de no detenerse esa avalancha de robos, desvíos de recursos, actos de soborno, malversación y otros no menos alarmantes «parientes» de esa familia delictiva no hay Estado que pueda resistir tamaña sangría. Cada uno de los casos publicados en estos días lleva aparejada, además, la moraleja de la falta de control y el no cumplimiento de las normas establecidas, amén de las penas de elevadas sanciones de cárcel.
Casos notorios han sido los múltiples robos en los agromercados, las cafeterías, los establecimientos de venta en divisas, en puertos como en el de Cienfuegos (más de diez toneladas de soja) descontrol en el uso del combustible o las alteraciones en los contadores eléctricos.
