A finales de este mes de julio habrá pasado un año desde que Fidel Castro se vio obligado a ceder temporalmente el poder en Cuba, forzado por sus problemas de salud. A finales de este mes de julio habrá pasado un año desde que Fidel Castro se vio obligado a ceder temporalmente el poder en Cuba, forzado por sus problemas de salud. Y, como era de esperar, durante este período en la Isla ha sucedido lo que tenía que suceder. Prácticamente nada.
Los cubanólogos más conspícuos se deshilvanan los sesos desde hace tiempo en la búsqueda de esos pequeños matices que pueden aportar pistas sobre la pugna por el poder. O mejor dicho sobre la lucha que mantendrían algunas figuras políticas destacadas de la mayor de las Antillas, por adjudicarse la herencia del comandante. Pero, lo cierto es que, por el momento, en estos doce meses sólo se ha podido constatar que el presidente venezolano, Hugo Chávez, tiene mucho que decir sobre el posible futuro.
Y, también, que, Raúl Castro, el elemento más visible del particular Consejo de Regencia que administra ahora el poder en Cuba ha mostrado una cierta vocación a preocuparse más por las patatas que por la Revolución. Una opción que está muy en la línea con el perfil de pragmatismo que se la ha atribuido en distintos medios y también, un reconocimiento, tal vez, por parte de este líder del hecho de que si la población no tiene cubiertas sus necesidades básicas, desde la alimentación a la vivienda, ni el modelo castrista, ni ningún sucedáneo que pudiera esbozarse iba a resulta creible en el momento actual y, por lo tanto, no sería sostenible en el futuro a medio plazo de la Isla. En cualquier caso, tampoco se tienen noticias todavía de las posibles modificaciones estructurales y operativas que van a emplearse para dar lugar a un escenario en el que estas necesidades básicas de los cubanos de a pie no se vean comprometidas. Quizá porque muchas de ellas estén aún en fase de estudio o quizá porque no se sepa con exactitud cuál sería el mejor camino para implementarlas.
