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La petrolera rusa Lukoil condiciona su inversión en Cuba a los acuerdos con Chávez

Cuba tiene a la vista un prometedor futuro en el mercado del petróleo, eso sí, sólo si Venezuela no lo impide. Cuba tiene a la vista un prometedor futuro en el mercado del petróleo, eso sí, sólo si Venezuela no lo impide. El gigante petrolero ruso Lukoil estudia la posibilidad de instalar una refinería en la Isla, pero sólo si antes puede firmar los convenios necesarios para la extracción de crudo en Venezuela con la compañía Pdvsa. Si Lukoil no tiene petróleo para refinar, difícilmente se arriesgará a invertir en su proyecto en la Isla. La cosa no parece fácil para los rusos, ya que los acuerdos y la firma de convenios con el Gobierno de Chávez se han retrasado en los últimos meses.

Una grave consecuencia que podría desprenderse de la falta de acuerdo entre Rusia y Venezuela, sería el futuro de la refinería de Cienfuegos, que se juega mucho en este proyecto. Como fue la antigua URSS la que puso todo el capital para la creación de la refinería, Alfa Group, consorcio ruso a cargo de la tecnología de la instalación petrolera, heredó la propiedad, primero en la era Yeltsin y luego con Putin. Sin embargo, desde que Hugo Chávez llegó al poder, Fidel Castro intentó reactivar la refinería, pero con la condición venezolana de que no hubiese presencia rusa en la operación. Las autoridades calculan que para ampliar su capacidad de almacenamiento y procesamiento, que llegará hasta 150.000 barriles diarios en 2013, Cienfuegos necesitaría una inversión de 1.400 millones de dólares. Este capital podría llegar desde Rusia, sólo si consiguen un giro en la política del Gobierno venezolano.

Esta no es la única complicación con la que puede encontrarse la petrolera Lukoil en sus perspectivas de inversión en Cuba, ya que el 20% de la compañía pertenece a la estadounidense Conoco Phillips. Esta situación puede derivar en dos importantes consecuencias. La primera, y tal vez la más probable hasta las próximas elecciones en EEUU, que a la compañía le apliquen también la famosa Ley Helms-Burton. Y la segunda, que, precisamente, la industria petrolera cubana se convierta en un catalizador de las relaciones entre Washington y la mayor de las Antillas.

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