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Osos en La Habana

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Un paisaje distinto se aprecia en la capitalina Plaza de San Francisco de Asís, en el Centro Histórico de La Habana, donde las bandadas de palomas que picotean entre los adoquines y beben agua de la fuente parecen haber sido espantadas por una invasión de osos. Un paisaje distinto se aprecia en la capitalina Plaza de San Francisco de Asís, en el Centro Histórico de La Habana, donde las bandadas de palomas que picotean entre los adoquines y beben agua de la fuente parecen haber sido espantadas por una invasión de osos.

Al desembocar en la plaza, los no avisados se asombran de un espectáculo que llega a resultar grotesco en medio del paisaje colonial de una ciudad tropical como La Habana, al verse rodeados por 128 osos de dos metros de altura cada uno que conforman la exposición United Buddy Bears, inaugurada el 16 de enero, y que permanecerá en la plaza hasta el 1 de marzo.

Pero nada de ferocidad, pues se trata de una iniciativa artística en la cual los plantígrados paradójicamente promueven la tolerancia y la paz entre las naciones, para lo cual cada oso posee un diseño único y representa a un estado reconocido por la ONU.

El primer Oso Buddy fue concebido en material sintético reforzado con fibras de vidrio en 2001, a partir de la creación de Eva y Klaus Herlitz, en estrecha cooperación con el escultor austriaco Roman Strobl y poco a poco se le fueron sumando ejemplares que pretenden mostrar, dibujado en su anatomía, lo más típico de cada país, y así proporcionarle al espectador información y conocimientos sobre cada una de las naciones incluidas. El Buddy cubano se denomina Siboney y ha sido realizado por la artista Nancy Torres.

Ahora los miles de cubanos y extranjeros que visitan cada día la Plaza de San Francisco se suman a los más de 30 millones de personas que se dice han podido apreciar en el planeta esta manada de osos que Ban Ki Moon, secretario general de ONU, ha calificado como “mensajeros de la armonía y de la paz en el mundo”.

Este novedoso y temporal atractivo de la plaza convoca cada día a cientos que contemplan a los nada feroces animales.

Abundan quienes posan junto a ellos, la mayoría de los turistas se afanan buscando al oso de su nacionalidad para también lograr una instantánea para el recuerdo; muchos se detienen ante cada ejemplar durante un buen rato para captar todos los mensajes y alegorías; hay quienes los contemplan con extrañeza y se preguntan si eso es arte, y advierten condescendientes que “peores cosas hemos visto por acá”, aunque la mayoría parece encantada con el brillante colorido de lo que ya casi todos denominan simplemente como “los osos de La habana vieja”.

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