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Lecturas compartidas

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Media Habana anda movilizada desde hace buen tiempo para poder visitar, al menos una vez durante estos días, alguno de los predios donde se celebra la Feria del libro, uno de los pocos eventos que cada año son capaces de captar la atención de decenas y hasta cientos de miles de cubanos en un verdadero frenesí de compras. Media Habana anda movilizada desde hace buen tiempo para poder visitar, al menos una vez durante estos días, alguno de los predios donde se celebra la Feria del libro, uno de los pocos eventos que cada año son capaces de captar la atención de decenas y hasta cientos de miles de cubanos en un verdadero frenesí de compras.

Solo el festival del cine latinoamericano, que se celebra en diciembre, puede emular con la feria a la hora de mover a la gente a planificar su tiempo y gastar su dinero.

Muchos son los que se dedican a pasar el día entero entre los anaqueles buscando los libros de su preferencia, de los cuales hacen acopio para tener provisiones para todo lo que resta del año atraídos por las novedades nacionales y extranjeras y por la posibilidad de hallar títulos que casi es imposible encontrar en otro momento en las casi siempre poco abastecidas librerías de la ciudad.

Ernesto, un profesor universitario, es de los que guarda dinero desde meses antes para invertirlo en la feria. Su búsqueda se centra en los libros de su especialidad -Psicología- y literatura.

«En ferias anteriores me he gastado 300 pesos o más, y este año voy por el mismo camino, pero si no es así no encuentro muchos materiales que me son de mucha utilidad» asegura.

Por su parte, Carlos y Claudia son un matrimonio que se autocalifica como polillas de librería: «No nos perdemos una feria, y de paso cargamos para allá con los niños, a los cuales les compramos buena cantidad de libros infantiles para inculcarles el hábito de la lectura «, dice Carlos.

La 24 Feria Internacional del Libro (FIL), que muchos consideran el más importante evento cultural del país comenzó el pasado día 12 y se prolongará en La Habana hasta el día 22, aunque la fiesta continuará posteriormente hasta mediados de marzo en varias provincias, como es costumbre, mientras en la capital siempre se prolongan las ventas de libros después de concluida.

Este año la India es el País Invitado de Honor, y se dedica a los escritores Olga Portuondo, Premio Nacional de Ciencias Sociales, y Leonardo Acosta, Premio Nacional de Literatura.

Cuenta, según los organizadores, con la asistencia de más de 200 expositores de 31 países, lo cual representa para los cubano una oportunidad casi única de llevar a casa textos producidos por editoriales extranjeras.

En cuanto a la producción nacional, están a disposición de los lectores 2.000 títulos, con algo más de 5.000.000 de ejemplares; de ellos 854 son novedades.

Todo ello, sin incluir la venta de libros troquelados, pancartas, mapas físicos y políticos de Cuba y del mundo, y libros en diversos formatos digitales, además de la presencia de 184 escritores invitados de 24 países.

Y como toda feria que se respete, incluye ceremonias de entrega de premios nacionales de Ciencias Sociales y Humanísticas, de Literatura, de Edición y de Diseño del Libro; los coloquios consagrados a los autores a quienes se dedica la Feria; paneles sobre variadas temáticas, encuentros de Historiadores, de editores, de traductores, de jóvenes escritores de América Latina y el Caribe, y de literatura infantil y juvenil; lecturas compartidas y presentaciones de libros, todo en una gran cantidad de subsedes que hacen que prácticamente toda La Habana se convierta en escenario del evento, aunque su centro es el complejo cultural Morro-Cabaña, al otro lado de la bahía.

«Ir hasta el Morro para asistir a la feria hace que uno se le quiten las ganas de leer», afirma Gustavo, un abogado que, aunque posee automóvil, advierte que «ni con carro, pues desde donde tienes que parquear hasta donde están los pabellones, tienes que hacer una caminata que te deja sin resuello para luego poder andar por toda la zona del Morro y La Cabaña».

Sus criterio es apoyado por otros muchos, que prefieren asistir a las sudsedes, que se encuentran «del lado de acá», como Carlos y Gonzalo, estudiantes universitarios, quienes aseguran que «del Pabellón Cuba no salimos, porque lo tenemos ahí mismo, en La Rampa, venden casi todos los libros que uno busca y además hay presentaciones de todo, desde grupos musicales hasta conversatorios con los autores más famosos, así que en el Morro no se nos ha perdido nada».

De todas formas, ya sea del lado de acá o del lado de allá de la bahía, una imagen recurrente en estos días será ver en las calles a gentes de todas las edades cargados de libros, y aunque todos protestan porque son muy caros, teniendo en cuenta la estrechez del bolsillo de la mayoría de los cubanos, los visitantes extranjeros se quedan sorprendidos por lo baratos que son, al recordar los precios que tiene en cualquier otro país del planeta el más insignificante librito.

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