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El Partido Comunista de Cuba ha optado por una suerte de eutanasia dulce

En 15 días...

En la medida en la que pasa el tiempo y actúa como filtro que permite mejorar la visión y el análisis, los más ilustres cubanólogos parecen sacar conclusiones más precisas sobre el evento que tuvo lugar la pasada Semana Santa en La Habana. En la medida en la que pasa el tiempo y actúa como filtro que permite mejorar la visión y el análisis, los más ilustres cubanólogos parecen sacar conclusiones más precisas sobre el evento que tuvo lugar la pasada Semana Santa en La Habana. Ese VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) destinado a pasar a la historia, por mucho que sus resoluciones vengan sin fecha de aplicación concreta y haya un periodo ‘insinuado‘ de entre cinco y diez años para ponerlas en marcha. En este sentido, la percepción de los observadores sobre el cónclave parece coincidir en que desde un punto de vista institucional, respecto a la arquitectura del sistema de poder en la mayor de las Antillas, la aprobación de estos lineamientos tiene un valor estratégico claro. Antes de llevar a cabo estas reformas era imprescindible contar con la carta blanca de ese PCC que, en realidad sólo existe nominalmente, pero del que no se puede prescindir sin tener que dar explicaciones sobre un cambio que requeriría ‘retoques‘ en la propia Constitución.

Una vez dicho esto, lo cierto es que la ceremonia tuvo lugar sin mayores problemas y se autorizaron 313 lineamientos retocados tras unos meses de debates que contienen casi un cheque en blanco para quienes ostentan ahora el poder en la Isla. Se habla de casi todo desde la libertad de empresa a la liberalización de los viajes, o del incipiente reconocimiento de un tímido principio de propiedad privada relativos a los inmuebles o a los coches, o del final de la libreta de racionamiento y la instauración de un sistema de sueldos ligados a la productividad que ni la propia Angela Merkel, canciller y líder de un partido conservador que defiende el capitalismo como el mejor sistema económico posible, ha conseguido implantar aún ni en Alemania, ni en la Unión Europea. Quizá por este último motivo, o por lo extraño que resulta que un partido comunista haya asimilado sin tensiones principios de mercado libre que muchos grupos políticos conservadores rechazan, los analistas más deslenguados hablan de que el PCC ha optado por hacerse una suerte de eutanasia, más o menos dulce.

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