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Sigue al alza el juego subterráneo entre Washington y La Habana

En 15 días...

Durante los últimos días se ha producido una nueva demostración de las zizgageantes relaciones entre Washington y La Habana. Durante los últimos días se ha producido una nueva demostración de las zizgageantes relaciones entre Washington y La Habana. En poco tiempo, tres figuras significativas de la Cuba de hoy han realizado viajes a EEUU y el inesperado beneplácito del Departamento de Estado ha sorprendido a la concurrencia. Ha estado por allí el cardenal Jaime Ortega, lo que no es extraño y hasta puede empezar a sonar habitual. Pero también el conspicuo jefe de la Oficina del Historiador de La Habana, Eusebio Leal, dirigente del Partido Comunista de Cuba (PCC) y, de un tiempo a esta parte, ferviente católico. Además, el próximo 23 de mayo llegará Mariela Castro, la hija de Raúl, que actualmente dirige el Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (Cenesex) desde el que realiza tareas en pro de la igualdad de los homosexuales o en defensa de las mujeres maltratadas.

Evidentemente, la concesión de estos visados marca un cambio de orientación en la política habitual seguida hasta ahora por las autoridades estadounidenses y ha originado polémicas y controversias con el ala más radical del anticastrismo de Miami, que aún goza de ciertas influencias, pese a su agonizante presente. Se trata, y es obvio, de un nuevo capítulo en la ya habitual historia de juegos diplomáticos bajo la mesa que se desarrolla entre estos dos países, enemigos tradicionales que, sin embargo, cada vez parecen más cerca.

La actividad en la penumbra da alas a múltiples lecturas e interpretaciones de los cubanólogos de guardia. Se destaca, claro, el papel cada vez más relevante que tiene la Iglesia Católica y ya hay hasta quien se pregunta qué para quién trabajará. Porque lo que no faltan son los correspondientes listados de patrocinadores ocultos de los periplos estadounidense de estas figuras de la ‘alta sociedad’ habanera. Resulta muy complicado imaginar que, a solo unos meses de las elecciones presidenciales en las que Obama se juega la reelección, Washington mueva ficha, pero estos aperitivos configuran un horizonte abierto a fórmulas de solución a futuro que no serán nunca iguales en función de quien sea, finalmente, el próximo habitante de la Casa Blanca.

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