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La presencia del Estado central cubano se ‘diluye‘ en las provincias

En 15 días...

Algunos observadores internacionales de la realidad cubana, con dilatada experiencia en los usos más comunes de la ciudadanía isleña, señalan que las asambleas provinciales del poder popular le metieron un ‘gol‘ a La Habana cuando consiguieron que los agricultores locales pudieran vender directamente a los suministradores de los hoteles. Algunos observadores internacionales de la realidad cubana, con dilatada experiencia en los usos más comunes de la ciudadanía isleña, señalan que las asambleas provinciales del poder popular le metieron un ‘gol‘ a La Habana cuando consiguieron que los agricultores locales pudieran vender directamente a los suministradores de los hoteles. El motivo es que ese pequeño contingente de viandas que no se tiene que incorporar al sistema centralizado de distribución, abre un hueco por el que pueden colarse muchos más vegetales de los previstos.

Tanto es así que, en este grupo, hay quien también asegura que las cifras de producción oficiales que se han suministrado serán probablemente erróneas. Desde su tradicional descreimiento están dispuestos a asegurar que se cosecha bastante más que lo que estos números indican, hasta el punto de que más que de recortes de producción habría que hablar de aumentos, por más leves que estos fueran.

Pero el guarismo es otro. Y no sólo por una posible falta de eficiencia de los funcionarios encargados de realizar la estadística. Más bien se trata de que ante la certeza de que el Gobierno cubano y el Estado central no parecen capaces de ofrecer soluciones para los acuciantes problemas de la periferia, estos han decidido hacer la guerra por su cuenta y ‘distraer‘ una parte de la producción -gracias, por ejemplo, a esa posibilidad de venta libre al sector turístico de la que hablábamos antes- para el autoconsumo y el trueque de proximidad. Porque ambas actividades económicas resultan más rentables que entregar toda la producción a La Habana para que esta se encargue de la distribución.

Quienes realizan este peculiar análisis añaden, además, que es bastante probable que este fenómeno, y otros parecidos, sirva para mantener baja la temperatura del descontento social que, sin embargo, aumenta. A la par que vuelven a concluir que con todo este desencanto y esa pérdida paulatina de la esperanza, el papel de La Habana, del propio sistema se ve reducido a la fuerza disuasoria que le concede la policía y propagandística que le otorga el monopolio de los medios de comunicación. Nada más.

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