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Cinco años después de que Raúl prometiera reformar la economía, los verdaderos cambios aún están por llegar

En 15 días...

Cuando se cumplen cinco ‘julios‘ desde el célebre primer gran discurso de Raúl como presidente interino, en el que adquirió el compromiso de reformar el modelo económico cubano, los verdaderos cambios aún están por llegar. Cuando se cumplen cinco ‘julios‘ desde el célebre primer gran discurso de Raúl como presidente interino, en el que adquirió el compromiso de reformar el modelo económico cubano, los verdaderos cambios aún están por llegar. Hay eso sí, unos cuantos paladares más abiertos y los restauradores alternativos trabajan con un poco menos miedo a los posibles sobresaltos. Y hay también alguna que otra pequeña tienda donde las ventas minoristas de leche, azúcar u otros productos parecidos pueden realizarse a plena luz del día sin ese sabor a ilegalidad y estraperlo que tenían hace unos años. Pero muy poco más.

Tanto que los ciudadanos que hace un lustro llegaron a abrigar esperanzas sobre la posibilidad de que se materializara ese cambio dan ya por descontado que no llegará o, al menos que no llegará, mientras no haya cambios en la cúpula del poder cubano. Y es así, porque en muchos círculos populares, y en otros quizá un poco más ilustrados, empieza a extenderse el convencimiento de que es el propio aparato, con su inercia y buen puñado de intereses creados forjados a lo largo de las muchas décadas de Revolución quien actúa como freno y mecanismo de bloqueo de la iniciativa privada. Por eso, tras la idea de que hay que mantener el socialismo a toda costa, puede que haya algo más una línea de resistencia insuperable.

Los más veteranos incluso se atreven a decir que, hoy por hoy, el ambiente en Cuba se parece, incluso más que antes al que había en aquella finca en la que vivía y laboraba un nutrido grupo de trabajadores y aparceros que luego pasaban las horas de ocio y realizaban las compras en el bar “La Paloma”, cuyas instalaciones disponían además de tienda y teléfono. Un lugar donde el patrón, un tal Angel Castro, imponía los precios y dos hermanos, un tal Fidel y un tal Raúl, velaban sus armas durante las largas vacaciones de verano.

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