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El gobierno cubano ha vuelto a aplazar el debate de los salarios reales y el fin de la doble moneda

En 15 días...

El Gobierno cubano ha vuelto a dictar en estos últimos días una clase de posibilismo político y ha conseguido renovar ese funambulismo político predemocrático que, de momento, mantiene en el alambre a toda la sociedad, entre incrédula y esperanzada a la fuerza a ratos y hastiada por el inmovilismo claramente perceptible en la toma de decisiones reales, en la mayoría de los casos. El Gobierno cubano ha vuelto a dictar en estos últimos días una clase de posibilismo político y ha conseguido renovar ese funambulismo político predemocrático que, de momento, mantiene en el alambre a toda la sociedad, entre incrédula y esperanzada a la fuerza a ratos y hastiada por el inmovilismo claramente perceptible en la toma de decisiones reales, en la mayoría de los casos. Pero, algo es cierto, a diferencia de lo que sucedía hace no tanto, últimamente las autoridades habaneras sí creen que hay que hablar de algo, lo enuncian, y luego marean la perdiz el tiempo que haga falta.

En el último ejercicio de esta nueva suerte de moda en la política habanera, el actual ministro de Economía plenipotenciario, Marino Murillo Jorge, ante la evidencia del aumento de la tensión popular que producen las subidas de precios, en paralelo con la inmovilidad de unos salarios denominados en pesos cubanos que apenas alcanzan para la satisfacción de las mínimas necesidades cotidianas, ha optado por poner una fecha al inicio de la revisión del asunto. Aunque, por supuesto, esa concreción es lo suficientemente ambigua como para no suponer ningún compromiso concreto del que podría tener que arrepentirse luego.

La fecha elegida, “el año que viene”, sin embargo, supone también una novedad al haberse producido el reconocimiento de que se trata de un asunto que va a ser necesario abordar en algún momento. Y, por supuesto, vale también para cubrir otra necesidad imperiosa, la de enfrentarse con esa doble moneda y su resolución que llevaría aparejada que la sociedad enfrentase sus salarios reales a unos precios reales. Por complicado que parezca encontrar una solución, lo menos dolorosa posible, a esta especie de cuadratura del círculo, es evidente que resulta vital para el futuro. Y, de alguna manera, el zar económico cubano, con el permiso de sus superiores, habría venido a reconocerlo así.

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