EN MENOS DE UNA SEMANA, Raúl Castro y la cúpula cubana se han encontrado al raso y sin paraguas bajo un verdadero chaparrón de encuestas procedentes de EEUU, todas ellas con un denominador común, la población estadounidense envía hacia la Casa Blanca una petición inequívoca para que cambie ya de política con respecto a la Isla. EN MENOS DE UNA SEMANA, Raúl Castro y la cúpula cubana se han encontrado al raso y sin paraguas bajo un verdadero chaparrón de encuestas procedentes de EEUU, todas ellas con un denominador común, la población estadounidense envía hacia la Casa Blanca una petición inequívoca para que cambie ya de política con respecto a la Isla.
Entre las encuestas, está, por ejemplo, la consulta realizada en todo el país por el Adrienne Arsht Latin America Center, que concluye que un 56% de los estadounidenses quieren que acabe el embargo. Y la cifra llega al 62% en el caso de los latinos. Además, tras analizar los resultados de una muestra ‘reforzada’ sólo para Florida, la cuna del anticastrismo. Se observa que aquí un 63% de la población apoya la idea.
También la de la consultora Friendly Planet Travel, en la que se concluye que un 88% de los estadounidenses que han viajado a Cuba están por el fin del embargo. En definitiva hay una mayoría de habitantes del ‘imperio’, cercana al 60% de la población que está a favor de que Obama y su administración pongan fin al embargo. Y lo hagan ya.
Ese apoyo de los estadounidenses al levantamiento del embargo aún es mayor cuando se trata de los cubanoamericanos. Ese colectivo que en el pasado apoyaba, animaba y alentaba el bloqueo desde Miami ha experimentado un cambio generacional y ya no quiere lo mismo que sus mayores. Quiere diálogo y una política de acercamiento que quizá sirva para conseguir, por medio de la fricción lo que no han conseguido cincuenta años de ‘bloqueo’.
