Si alguien tenía dudas de que los planes del presidente de EEUU, Barack Obama, con respecto a Cuba, van esta vez muy en serio, la semana pasada pudo despejarlas todas. Si alguien tenía dudas de que los planes del presidente de EEUU, Barack Obama, con respecto a Cuba, van esta vez muy en serio, la semana pasada pudo despejarlas todas. Para desesperación de los sectores más radicales del anticastrismo de Miami, -un grupo residual pero todavía con capacidad de influir en los medios de comunicación-, la última delegación de congresistas estadounidenses que ha viajado a Cuba, estaba encabezada por Nancy Pelosi, la líder del grupo parlamentario de los demócratas en el Congreso, y una de las figuras más relevantes del entorno presidencial. Alguien, en definitiva, con capacidad de negociar. La misma que algunos atribuyen, por ejemplo, al vicepresidente cubano, Miguel Díaz Canel, que fue el elegido por el régimen castrista para hacer de anfitrión de la dama.
El nerviosismo de los radicales es patente y ha aflorado, por ejemplo, en un nuevo editorial demoledor del ‘Washington Post‘, en el que se acusa a Obama de seguir diseñando bajo la mesa una política ‘blanda‘ hacia Cuba que puede desembocar en la aceptación de condiciones excesivas.
Aunque las declaraciones oficiales de Díaz Canel y Pelosi no se salieron en absoluto del manual protocolario de estos encuentros, algunas malas lenguas de Miami, como las de algunos editorialistas de la todavía activa Radio Martí, aseguran que Cuba habría puesto condiciones tan inadmisibles para la negociación como el cierre definitivo de la base de Guantánamo o el pago de compensaciones económicas por el embargo.
Otros creen que no ha habido nada de eso. Más bien sólo se habría hablado de créditos, emisiones de deuda, salidas a bolsa y el reingreso de Cuba en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, como paso previo a la llegada del deseado flujo de dólares que impulsará la economía.
