El aumento de los precios, sobre todo de los productos alimenticios y en especial los provenientes del campo cubano, es un tema recurrente en los corrillos de las amas de casa, que no parecen aburrirse, y con razón, de que “las cosas están cada día más caras”. El aumento de los precios, sobre todo de los productos alimenticios y en especial los provenientes del campo cubano, es un tema recurrente en los corrillos de las amas de casa, que no parecen aburrirse, y con razón, de que “las cosas están cada día más caras”.
Hay precios y precios, pues tradicionalmente algunos siempre se han mantenido relativamente altos, como el de la malanga, ese tubérculo que para los cubanos tiene casi facultades milagrosas como alimento para los bebés; o los tomates, que como ahora, fuera de temporada, andan por los 20 pesos cubanos (CUP) la libra (poco menos de medio kilo), o las cebollas, que ronda también los 20 CUP pesos el mazo.
Pero el rey de estos tiempos, afirman los consumidores, es el ajo, ese imprescindible condimento, pues una pequeña cabecita vale tranquilamente tres CUP en cualquier parte, y si es mayor, más todavía, cuatro, cinco y algunas hasta seis.
De nada importa que el producto esté en abundancia y los vendedores pululen por todas partes ofreciendo ristras enteras, cabezas sueltas o hasta el producto desgranado. El precio es el mismo en todas partes, como impuesto por un monopolio imaginario.
Algunos afirman que los vendedores a veces hasta retienen el producto para evitar que baje su precio, y como las autoridades no lo controlan, pues “hacen zafra”.
