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Con fósforos cubanos, Nerón no hubiera incendiado Roma

Radio Bemba

Entre los consumidores, y hasta en la prensa, andan la controversia y el disgusto ante la mala calidad de un producto poco necesario en la época de los mecheros y los encendedores eléctricos, pero a veces imprescindible: los fósforos. Entre los consumidores, y hasta en la prensa, andan la controversia y el disgusto ante la mala calidad de un producto poco necesario en la época de los mecheros y los encendedores eléctricos, pero a veces imprescindible: los fósforos.

En los últimos tiempos la calidad de los diminutos artilugios es blanco de quejas, unas veces porque no encienden, otras porque la cabecita en llamas salta y abre un indeseable agujerito en la ropa a su víctima o, lo que es peor, se pega en la yema del dedo y entonces el grito de dolor y la palabrota que le sigue se escuchan hasta en China.

Justificaciones hay de todos los colores, desde la mala calidad de la materia prima hasta el desgaste de los equipos de las centenarias fábricas donde se producen, pasando por la también secular falta de estímulo a los trabajadores.

Quienes no se conforman con tales argumentos advierten que, al menos, son las mismas máquinas y los mismos insumos de los tiempos cuando se fabricaban con buena calidad.

Y hay quienes recuerdan que incluso el Che Guevara, en su época de ministro de Industrias, allá por la década de 1960, también arremetió contra ese problema y acuñó una frase que todos saben de memoria, pero que al parecer nadie recuerda: “La calidad es el respeto al pueblo”.

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