La Feria Internacional del Libro, cuyas actividades centrales en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña ya finalizaron, continúa su andadura por las provincias del país, seguida por los elogios de sus organizadores y las críticas de muchos amantes de la lectura y hasta de la prensa, lo que ya es mucho decir. La Feria Internacional del Libro, cuyas actividades centrales en la fortaleza de San Carlos de la Cabaña ya finalizaron, continúa su andadura por las provincias del país, seguida por los elogios de sus organizadores y las críticas de muchos amantes de la lectura y hasta de la prensa, lo que ya es mucho decir.
Para los primeros fue todo un éxito por la gran afluencia de público –algo ya tradicional-, mientras los segundos afirman que su objetivo, la promoción de la lectura, se va perdiendo por buscar a cualquier precio hacer rentable el producto cultural.
Tanto es así que uno de los visitantes de La Cabaña, resumió al sentir de muchos al expresar en un tono con cierto toque literario, que “debía haber menos olor a comida y más olor a tinta y papel”.
En medio de estruendosos acordes de reguetón resultaba casi imposible escuchar a los oradores en las presentaciones de libros, según algunos participantes, mientras que demasiados stands ofrecían, en vez de publicaciones, afiches de futbolistas, postales, camisetas y hasta juegos infantiles con la inefable Barbie como imagen.
Los más esperan que ahora, en provincias, los organizadores corrijan el tiro, o que por lo menos para la próxima, de nuevo los libros sean los protagonistas.
