Si durante los años 90, La Habana era una ciudad de edificios apuntalados, ahora esa imagen está cambiando, y aunque el deterioro sigue siendo evidente en unos barrios más que en otros, también lo es el incremento de las construcciones o remodelación de casas en las que se encuentran inmersos miles de habaneros. Si durante los años 90, La Habana era una ciudad de edificios apuntalados, ahora esa imagen está cambiando, y aunque el deterioro sigue siendo evidente en unos barrios más que en otros, también lo es el incremento de las construcciones o remodelación de casas en las que se encuentran inmersos miles de habaneros.
En 2016, el Estado vendió a la población materiales de construcción por 1.400 millones de pesos, un récord y el mayor volumen en la capital, aunque la demanda sigue superando a la oferta, según admiten las autoridades, lo cual ha abierto un filón para que ocupen un espacio las cooperativas y los privados.
En Radio Bemba algunos aseguran que «ese es un negocio redondo porque la demanda es mucha» y hay privados «con la chispa encendida» que han puesto a funcionar sus «chinchalitos» y están «haciendo zafra» con la fabricación y venta de materiales.
Por supuesto, a los amantes del dinero fácil no les llama la atención porque «hay que pinchar duro y ensuciarse» como afirma un albañil devenido fabricante de bloques, quien ha ido progresando, ya cuenta con varios empleados y produce ladrillos de diferentes medidas, tejas, baldosas y hasta exclusivos «materiales antiguos» por encargo, empleados en la restauración de La Habana Vieja.