A diferencia de otros países, donde las ciudades brillan desde noviembre con abundantes luces y guirnaldas alegóricas a la Navidad, en La Habana y otras localidades cubanas el colorido de estas fechas es bastante pálido, casi imperceptible, y donde más se aprecia es en las viviendas con los infaltables arbolitos y algún que otro Nacimiento.
A diferencia de otros países, donde las ciudades brillan desde noviembre con abundantes luces y guirnaldas alegóricas a la Navidad, en La Habana y otras localidades cubanas el colorido de estas fechas es bastante pálido, casi imperceptible, y donde más se aprecia es en las viviendas con los infaltables arbolitos y algún que otro Nacimiento.
No obstante, desde hace semanas muchos andan acumulando comidas y bebidas para los días 24 y 31 de diciembre y administrando los ahorros para que no falten los vinos, que el cubano promedio prácticamente consume solo en esos días; ni los frijoles negros, y mucho menos la pierna de cerdo, casi imprescindible en la mesa de Nochebuena.
Muchos advierten que tras el desabastecimiento de los últimos meses, las tiendas se ven algo más surtidas, pues hay vinos españoles y chilenos, volvieron las aceitunas, y esperan que de un momento a otro aparezcan los turrones, y las amas de casa con poder adquisitivo, andan tras la pista de las uvas obligatorias para recibir el 2018.
Y aunque ya ningún niño cubano cree en los Reyes Magos, los padres ?que pueden? comienzan a recorrer las shoping en busca de los juguetes y otros regalos que aparecerán junto al arbolito o bajo la cama al amanecer del 6 de enero, Todo con tal de pasarlo bien, aunque después haya que apretarse el cinto para resarcir el bolsillo.
