La Habana se ha convertido en un escaparate imprevisto de la hostilidad entre los gobiernos de Cuba y EEUU. La Habana se ha convertido en un escaparate imprevisto de la hostilidad entre los gobiernos de Cuba y EEUU. Primero empezó el país norteamericano cuya Oficina de Intereses en la Isla decidió adornar su sede con carteles luminosos con el número 75, una cifra que pretendía representar el número de disidentes presos en las cárceles cubanas (ahora ya son menos). Cuba contraatacó y colocó frente al edificio de la representación diplomática de EEUU una valla de 20 metros con fotografías estremecedoras de los presos torturados en Abu Ghraib (Irak). Y todo ello ocurre mientras los empresarios de EEUU firman a diestro y siniestro acuerdos con la Isla. Otra muestra de incoherencia es el hecho de que EEUU ha negado el visado a Osvaldo Alfonso, un disidente cubano que considera la reacción como una “represalia injusta e inexplicable”.
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