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¿Diálogo o confrontación? Dicotomía de un escenario mediático que sacude a La Habana

Desde que jóvenes artistas y opositores al Gobierno de Cuba se unieron en sendas protestas frente a la sede del Ministerio de Cultura con una agenda de reclamos políticos, las discrepancias han subido de tono y parecen eclipsar todo intento de sincero diálogo.

En la noche del pasado 27 de noviembre, dos centenares de jóvenes artistas, y miembros de grupos opositores considerados ilegales en la isla, se agruparon frente a la sede del Mincult, demandando iniciar un «canal de diálogo» que incluyera al ministro de Cultura, Alpidio Alonso, entre otros funcionarios.

También pedían revisar la situación legal del rapero Denis Solís –en prisión por un delito de desacato-, reunirse sin ser hostigados en los espacios independientes y solidarizarse con los integrantes del Movimiento San Isidro (MSI), que hasta ese momento se encontraban en huelga de hambre exigiendo la libertad del músico.

Las autoridades cubanas acusan públicamente a los miembros de este grupo opositor de generar acciones desestabilizadoras contra la tranquilidad ciudadana y dirigidas a buscar el derrocamiento del Gobierno, con apoyo, financiamiento y agendas emitidas desde Estados Unidos.

Al final de esa noche, funcionarios del Mincult, entre ellos el viceministro Fernando Rojas, pactaron con los manifestantes la realización de una reunión ese mismo día, que incluía a 30 de ellos, y donde durante casi cuatro horas se expusieron reclamos; se acordó organizar una agenda de diálogo más amplia, para lo que previamente se conciliarían listas de temas y participantes.

RUPTURA DEL DIÁLOGO

Pocas horas después, y en un viraje inesperado, una de las integrantes del MSI tildó de «traidores, desleales, cobardes, aprovechados y arribistas» a los 30 que participaron en la reunión con las autoridades y exigió protagonismo en el «diálogo» a los líderes del grupo opositor, que no tiene reconocimiento legal en la isla.

«Es inconcebible que hayan aceptado estar ahí, aprovecharse y tratar de ganar gloria a partir del sacrificio ajeno. Eso es una desvergüenza para los jóvenes. Aprendan a vivir con vergüenza, aprendan a tener decoro», expresó en ese momento Omara Ruiz Urquiola, del MSI, en un video difundido en la red social de YouTube.

Unos días después, los organizadores del «diálogo» por la parte demandante rechazaron la conciliación acordada con las autoridades del Mincult, y exigieron la participación «no negociable» de representantes del MSI, la presencia de grupos y medios de comunicación activos en las redes sociales, que tampoco son reconocidos por las autoridades cubanas, además del propio presidente cubano Miguel Díaz-Canel y de representantes de los ministerios del Interior y de Justicia.

En respuesta al viraje a lo acordado, el 4 de diciembre pasado el Mincult decidió romper el diálogo pactado, argumentando inaceptables las nuevas demandas.

«Al pretender incluir entre los participantes a personas que se han autoexcluido hace mucho tiempo por sus agresiones a los símbolos patrios, delitos comunes y ataques frontales a la dirección de la Revolución Cubana, bajo el disfraz del arte, los que instrumentaron esta maniobra acaban de romper toda posibilidad de diálogo», subrayó un comunicado divulgado por el Mincult.

El ministerio rechazó además reunirse «con personas que tienen contacto directo y reciben financiamiento, apoyo logístico y respaldo propagandístico del Gobierno de los Estados Unidos y sus funcionarios», o con «medios de prensa financiados por agencias federales estadounidenses».

A su vez, reafirmó la intención de mantener las oportunidades de diálogo con «aquellos artistas que se reunieron frente al Mincult el 27 de noviembre, que no han comprometido su obra con los enemigos de la nación cubana».

A pesar de los «encontronazos» públicos, los contactos entre funcionarios públicos y demandantes se mantuvieron durante estos dos meses, incluyendo la celebración el 26 de enero de una reunión con algunos de los participantes en la protesta del 27N y donde se discutió, entre otros temas, la creación de una Asociación Nacional de Actores.

El 27 de enero, a punto de reunirse nuevamente con tres representantes de este grupo, los miembros del 27N decidieron una vez más romper lo pactado, y se congregaron cerca de 30 de ellos frente a la institución, acompañados de reporteros de medios alternativos de prensa no reconocidos en el país, creando una situación de crisis que culminó en un disturbio.

El caos se generó después que el ministro Alonso, quien salió a la calle a conversar con los allí reunidos, se quitara de encima de un manotazo al teléfono móvil usado por uno de los manifestantes que se le acercó temerariamente a la cara, según versiones oficiales, y calificadas como una agresión por los manifestantes.

Inmediatamente, el Gobierno cubano rechazó el intento de presión ejercido por algunos de los integrantes del 27N, jóvenes artistas devenidos en agrupación política, quienes han cerrado filas con los miembros del MSI, devenidos en protagonistas del enfrentamiento con las autoridades y que han hecho públicas demandas de renuncias de las máximas autoridades del país.

MATRICES DE OPINIÓN

Según el Gobierno cubano, estas maniobras se consideran parte de una estrategia preestablecida por Estados Unidos para alentar la subversión y la desestabilización social en la isla, a partir de las teorías para la ejecución de las «revoluciones de colores» o cambios «no violentos» de regímenes, aplicadas con éxito en varios países del mundo.

Las autoridades de La Habana insisten en que Washington no cesa en sus intentos de derrocar a la Revolución cubana, tomando en cuenta los cerca de 50 millones de dólares invertidos en los últimos tres años por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés) y sus esfuerzos por cambiar el sistema político cubano.

Para estos propósitos, insiste el Gobierno de la isla, se emplean como «herramientas» organizaciones disidentes y grupos y asociaciones de artistas e intelectuales descontentos.

En tanto, los miembros del 27N, atrincherados en sus demandas políticas, y con el apoyo de un sector importante de grupos radicales emigrados y sus medios de comunicación, insisten en plantear un «diálogo» desde exigencias y reclamos, que por momentos hacen dudar de la verdadera capacidad de «conversar» entre las partes y llevar a acuerdos de beneficio mutuo.

Los criterios de apoyo y censura son variados. Para la directora del Ballet Nacional de Cuba, Viengsay Valdés, lo ocurrido el 27 de enero frente a la sede del Mincult fue «un intento de orquestar una concentración».

«Para mí, está claro que no existía intención de diálogo, solo de crear disturbios contra el escudo de nuestra Revolución: la Cultura», enfatizó la primera bailarina cubana en declaraciones recogidas por el diario Granma.

También se expresó Miguel Iglesias, director de la compañía Danza Contemporánea de Cuba, quien aseguró que «un diálogo quiere decir que varias personas intercambien criterios, conversan, exponen puntos de vista, no actúan bajo presión ni graban –desde ángulos favorables a sus intereses- lo que ocurre».

«Eso no es diálogo, es publicidad. Esa posición para nada inocente, es una falta de respeto a los artistas cubanos», señaló, según cita el mismo medio.

En cambio, el joven dramaturgo Yunior García, uno de los líderes del 27N, comentó al sitio digital Diario de Cuba que este movimiento «es y debe seguir siendo una acción plural, abierta e inclusiva que busca transformar la realidad, de manera pacífica, para lograr en Cuba más derechos y más justicia social».

«Y esto significaría un cambio. Por eso es que a algunos nos gusta llamarle, aunque suene pretencioso, La Revolución de los Aplausos», añadió.

El futuro de esta confrontación no se percibe claro.

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Miguel Fernández Martínez

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