ECONOMÍA

La escalada de los altos precios en Cuba… ¿hasta cuándo?

«Ya es insostenible poder asegurar el sustento. Soy una persona con una enfermedad crónica, el Estado me «facilita» una dieta de leche pero no me garantiza adquirirla, y un kilogramo de leche en polvo en el mercado negro me cuesta casi la mitad de lo que gano en el mes», comentó Arcadia Sotolongo, una jubilada de 82 años residente en La Habana.

Como este caso hay muchos núcleos familiares que sufren los efectos de una inflación que se disparó después que el Gobierno aplicó en enero de 2020 una retrasada y controversial política de reordenamiento monetario que, coincidiendo con la pandemia del covid-19 en la isla (marzo de 2020), trajo más dolores de cabeza que beneficios al bolsillo de consumidor.

La ecuación oferta-demanda en Cuba ya es apenas una utopía económica. Las tarimas en las tiendas y mercados estatales están prácticamente vacías, a consecuencia de la falta de liquidez financiera, la ausencia de créditos para reanimar los mercados, y la baja producción nacional, fundamentalmente en el sector agroalimentario.

De acuerdo con el Gobierno, muchas de estas limitaciones son consecuencia del recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero que EEUU impone a Cuba desde hace más de 60 años, y que mantienen a través de sus sanciones una persecución financiera que impida la entrada al país de créditos, combustibles, alimentos y medicamentos.

A esto se suma la ineficiencia de las producciones internas, la falta de gestión en la atención a los cultivos hasta su destino final, la persistencia a mantener a flote un dañino entramado burocrático que solo coloca trabas al sistema empresarial y desestimula a los nuevos actores del sector privado.

LA HISTORIA DE NUNCA ACABAR

Para quien solo dependa de su salario, sobrevivir el día a día cubano es un verdadero calvario.

Según estimaciones de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), el salario promedio mensual en la isla es de unos 3.830 pesos al mes (unos 160 dólares al cambio oficial 1×24, que es casi inoperante), y que cuando enfrenta la realidad del mercado negro, descubres que has trabajado todo el mes por apenas 38 dólares, valor que rige en la mayor parte de los productos a adquirir al enfrentar el cambio ilegal 1×100.

«Solo le pido que saque usted mismo la cuenta: un cartón de 30 huevos me cuesta 1.000 pesos, un kilo de leche en polvo 1.000 pesos más; una bolsa de 10 panes pequeños 80 pesos, un litro de aceite 500 pesos, una libra de arroz 50 pesos, una libra de carne de cerdo 300 pesos, y no le digo más para no atormentarlo, solo en lo que le dije necesitaría más de 3.000 pesos y gano 1.578 y no podría asegurar comida solo para unos días», subrayó Sotolongo.

ESFUERZOS INSUFICIENTES VERSUS INFLACIÓN

El Gobierno, en su afán por aliviar los efectos de la inflación, mantiene la distribución de una canasta básica normada a través de una libreta de racionamiento, donde ofrece un grupo insuficiente de alimentos con precios subsidiados.

Estos productos, donde no se incluyen leche, carnes, embutidos y otros esenciales, apenas satisfacen las necesidades de una semana, por lo que el consumidor termina irremediablemente en las garras de los revendedores que tienen a tu disposición cuanto puedas necesitar pero en precios exorbitantes.

«El Estado no abastece las tiendas con cigarrillos, pero los revendedores siempre tienen en más de 10 veces su precio original; no abastecen suficiente queso en las tiendas pero los revendedores lo tienen cinco o seis veces su precio. ¿De dónde lo sacan? ¿De dónde se lo roban? ¿Dónde se abastecen? Es la pregunta que me hago todos los días», comentó a esta agencia Wilfredo Pérez, un carpintero que tiene un taller particular en el este de La Habana.

El tema de los revendedores ya hace época en Cuba. Aparecieron con un «mal necesario» durante el periodo de encierro a consecuencia de la pandemia, pero han encontrado una manera fácil de hacer dinero en medio de la crisis.

Lo mismo acumulan cigarros, artículos de ferretería, productos de aseo, o todo lo que pueda ser revendido aumentando su precio original a hasta en 10 veces, muchas procedentes de almacenes del Estado y de las tiendas que venden sus productos en monedas libremente convertibles (MLC).

Las respuestas siguen pendientes, los extorsionadores deambulan a cara descubierta, frente a las autoridades, la policía y los inspectores; se debate si debe imponerse o no un freno a los precios, pero mientras todo esto ocurre, la inflación no para y la gente de a pie se sigue preguntando: ¿hasta cuándo?

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La escalada de los altos precios en Cuba… ¿hasta cuándo?

Miguel Fernández Martínez

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