La remodelación del acueducto de Santiago de Cuba se ha convertido en un reto para el régimen y en el símbolo con el que se pretende marcar un antes y un después en el desastre que ha sido hasta ahora la construcción de obras públicas en Cuba. La remodelación del acueducto de Santiago de Cuba se ha convertido en un reto para el régimen y en el símbolo con el que se pretende marcar un antes y un después en el desastre que ha sido hasta ahora la construcción de obras públicas en Cuba.
El derrumbamiento de la planta potabilizadora Quillero I, poco después de ser inaugurada, propició el relevo de los responsables del Ministerio de la Construcción y del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) que se encargaban del proyecto. Ahora, aunque han cambiado al encargado de coordinar los trabajos, el verdadero jefe de obras no es otro que el cada vez más omnipresente Ramiro Valdés.
Valdés revisa los trabajos para convertir en realidad el nuevo cronograma establecido en el proyecto que será sometido a un férreo control de recursos.
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