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Si hace solo poco más de dos meses los millones de cubanos amantes de las telenovelas andaban de fiesta por contar al mismo tiempo con dos culebrones brasileños de calidad, uno argentino y una producción cubana de bajo presupuesto capaz de competir en audiencia con una millonaria pieza de la red O Globo, ahora les sucede todo lo contrario. Si hace solo poco más de dos meses los millones de cubanos amantes de las telenovelas andaban de fiesta por contar al mismo tiempo con dos culebrones brasileños de calidad, uno argentino y una producción cubana de bajo presupuesto capaz de competir en audiencia con una millonaria pieza de la red O Globo, ahora les sucede todo lo contrario.

Ya va por el capítulo treinta y pico la telenovela ‘Dos caras’, cuya moraleja parece ser que todos los seres humanos y todas las situaciones pueden tener dos facetas diametralmente opuestas, algo así como una versión brasileña del yin y el yan de los asiáticos, pero que no logra “cuajar”.

“A mí me encantan las novelas brasileñas, pero no sé, creo que esta vez les salió el tiro por la culata, a no ser que más adelante mejore la trama” dice Camila, un ama de casa que cada noche frente al televisor se olvida al menos por una hora de sus trajines cotidianos contemplando los bellos paisajes del gigante sudamericano y los lujos que disfrutan los que allí todo lo tienen.

Yenisei, su cuñada, tiene una opinión parecida, pues “a estas alturas no les encuentro ni pie ni cabeza a las historias y los personajes no me gustan a pesar de que los actores todos son de primera”.

‘Dos caras’ tiene como elemento más o menos controversial una subtrama amorosa entre una joven rica y blanca, con un negro de una favela, pero ni eso ha logrado levantar el ánimo de los televidentes cubanos, muchos de los cuales, a estas alturas, sobre todo los más jóvenes, ya superaron esos resabios y se van por otra vía: “Con tantos negros lindos como hay en Brasil, me han puesto al más ‘cocotimba’ que se encontraron, y encima de eso, pesa’o” es la conclusión despectiva de Yudelsi, una estudiante universitaria.

Pero si las desgracias con los culebrones brasileños son muchas, la cosa empeora aún más con la telenovela de producción nacional, cuyo estreno aún no se ve en el horizonte.

No obstante, alguna prensa ha adelantado algo y ya se sabe que abordará asuntos de la realidad cotidiana de miles de cubanos, como los conflictos relacionados con el déficit habitacional, el machismo, las contradicciones campo-ciudad y la discriminación racial desde el punto de vista del negro.

El culebrón llevará por título ‘Cuando el amor no alcanza’, y según su director, Jorge Alonso Padilla, como toda novela que se respete, el eje central es el amor, pero también los obstáculos a los cuales deben enfrentarse varias generaciones para alcanzarlo a plenitud.

“Vamos a ver si está sale tan buena como ‘La otra esquina’, que sin mucho ruido se fue ganando a la gente y al final nadie quería que se acabara”, admite Isolina, una jubilada, mientras que Ramón, su esposo, ahora que se terminó la serie nacional de béisbol se dispone a sentarse ante el televisor junto a su compañera a falta de otra cosa que le llame más la atención, pero con un sentido más crítico: “Ya veremos, porque aquí cuando la cogen con un tema no paran hasta que la gente se aburre y ya tenemos bastante con la realidad para estar pasando trabajo también en las novelas: Pa’mí la televisión es para entretener, divertir y punto».

Pero eso no es lo peor, pues la gente ya anda pidiendo a gritos que se termine de una vez ‘Herederos de una venganza’, un “argentinazo que ya va por los 200 capítulos y no tiene para cuando acabar” como la califica despectivamente la propia Isolina.

“Al principio estaba muy buena, pero la han ido estirando como un chicle y ya no hay quien se crea esas historias de sectas sanguinarias en un pueblo embrujado donde ocurren inundaciones, tormentas de nieve y hasta terremotos a causa de una maldición. En el siglo XXI ya todo eso suena a bobería, allá el que se lo trague”, afirma casi con disgusto Carmen, otra asidua de la pequeña pantalla.

“Y para completar -continúa haciendo catarsis- los personajes se mueren, o los matan, se pierden durante un montón de capítulos y luego aparecen de nuevo, frescos como lechugas, con un cuento chino. Ya eso es demasiado”.

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