Después de que el Gobierno de Barack Obama zanjase la polémica política migratoría de ‘pies mojados, pies escos’ que EE.UU. mantenía hacia Cuba, son cada vez menos las viejas disputas históricas que quedan por resolver entre los dos países. La base militar de Guantánamo y el embargo son probablemente las más conocidas, pero por encima de ellas hay otro asunto quizá aún más complicado de resolver. Después de que el Gobierno de Barack Obama zanjase la polémica política migratoría de ‘pies mojados, pies secos’ que EE.UU. mantenía hacia Cuba, son cada vez menos las viejas disputas históricas que quedan por resolver entre los dos países. La base militar de Guantánamo y el embargo son probablemente las más conocidas, pero por encima de ellas hay otro asunto quizá aún más complicado de resolver.
Se trata del asunto de las reclamaciones que, por un lado, empresas y particulares estadounidenses realizan a Cuba por las expropiaciones posteriores a la revolución; y, por el otro, desde el país caribeño se realizan al país norteamericano como compensación a los daños producidos por el embargo.
Una materia de gran complejidad técnica que, además, supone hablar de cantidades estratosféricas. Así, por el lado cubano, las autoridades del país caribeño reclaman que EE.UU. le indemnice con 302.000 millones de dólares ya que es la cifra en que valoran las pérdidas causadas tras más de medio siglo de embargo económico.
Mientras que particulares y empresas estadounidenses valoran que se les expropiaron fábricas, inmuebles, fincas y otras propiedades que cifran en un total de 1.900 millones de dólares; que, con la inflación y un interés del 6% anual que ha sido fijado por una comisión independiente del Departamento de Justicia, ascendería ya a un total de 8.000 millones.
Unas posiciones de partida que no hacen previsible un fácil acuerdo. De hecho, se acaba de producir en La Habana una tercera reunión sobre este asunto en la que los dos países no han pasado de intercambiar puntos de vista sobre detalles técnicos y metodologías sobre reclamaciones pendientes.
Y, sin embargo, la solución a esta cuestión pendiene se prefigura como la verdadera clave del futuro de las relaciones entre Cuba y EE.UU., con o sin Trump.
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