Ante el grave déficit habitacional por el que atraviesa Cuba, al presidente Raúl Castro no le ha quedado otro remedio que buscar soluciones para evitar una avalancha de críticas, algo que podría tener el efecto contrario al que desea el mandatario. Ante el grave déficit habitacional por el que atraviesa Cuba, al presidente Raúl Castro no le ha quedado otro remedio que buscar soluciones para evitar una avalancha de críticas, algo que podría tener el efecto contrario al que desea el mandatario. Sus últimas declaraciones asegurando que a partir de ahora los cubanos podrán construir sus propias viviendas, han dejado una escasa sensación de alegría que a muy pocos logra convencer. Muchos observadores aseguran que la desilusión tras el anuncio es que éste no llega al fondo del verdadero problema de la vivienda cubana: el de la propiedad. El mandatario sólo ha hablado de permitir a la población la construcción de sus casas, no de que vayan a poseer un título de propiedad. Lo mismo que ya ocurrió con la entrega de tierras en usufructo, unos terrenos que los agricultores tampoco pueden comprar o vender a su antojo.
Al menos, la medida podría desviar la atención de los cubanos sobre el drama económico al que se enfrentan.
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