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Gente, gente, gente

Hasta hace muy poco era una total desconocida para la gran mayoría de los cubanos, pero en las últimas semanas se convirtió en uno de los rostros más mediáticos, y no es para menos, pues Josefina Vidal es la jefa de la parte cubana en los encuentros con que se inició el diálogo encaminado al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Hasta hace muy poco era una total desconocida para la gran mayoría de los cubanos, pero en las últimas semanas se convirtió en uno de los rostros más mediáticos, y no es para menos, pues Josefina Vidal es la jefa de la parte cubana en los encuentros con que se inició el diálogo encaminado al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.

En ese momento de la plena madurez de la mujer en que es bien difícil adivinar la edad, Josefina Vidal ocupa desde hace tiempo el cargo de directora general para EEUU del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, el punto más alto hasta ahora de su carrera diplomática.

Graduada del Instituto de Relaciones Internacionales de Moscú, comenzó su trayectoria en la embajada de Francia y entre 1997 y 1999 fue especialista principal de la Dirección de América del Norte de la Cancillería cubana; primera secretaria de la Sección de Intereses de Cuba en Washington entre 1999 y 2003, y en 2012 accedió a su cargo actual.

Rubia, de ojos claros, con una melena sobre los hombros que se acomoda con frecuencia y de una discreta elegancia en el vestir, se le considera una especialista en los temas de EEUU y una profunda conocedora de las relaciones entre ambos países, lo cual parece haber quedado demostrado como su elección como jefa de la delegación cubana a las históricas conversaciones.

Sonriente, cordial y locuaz ante los periodistas, habla, sin embargo, lo estrictamente necesario para que no se escape nada de un diálogo cuyos detalles más interesantes no salen a la luz, y no caben dudas para muchos, por el aplomo que evidencia, que es una mujer inteligente, una negociadora sagaz, firme y capaz de dialogar con los más disímiles interlocutores, incluida Roberta Jabobson, secretaria asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, un peso pesado que preside la delegación estadounidense.

Ambas ya se conocen, pues no es la primera vez que se reúnen para lidiar en temas peliagudos de las inexistentes relaciones bilaterales, por lo que, concuerden o no, saben de lo que están hablando y a quien tienen enfrente.

Los cubanos dicen, como para subrayar la perseverancia, que a la tercera va la vencida, aunque para el escritor, periodista y profesor Eduardo Heras León, de 74 años y autor de una significativa y controvertida obra en la cuentística cubana, esta fue su séptima nominación al Premio Nacional de Literatura 2014, que otorga anualmente el Instituto Cubano del Libro del Ministerio de Cultura, y que por fin se llevó a casa, por el legado de su trayectoria literaria para la cultura nacional y su contribución a la formación de jóvenes narradores como director y docente del Centro Onelio Jorge Cardoso, según la decisión del jurado formado por prestigiosas figuras de la narrativa en Cuba.

Editor, crítico y profesor de larga ejecutoria, Heras es autor de títulos importantes como La guerra tuvo seis nombres (1968), Los pasos en la hierba (1970), Acero (1977), A fuego limpio (1981) y Cuestión de principio (1983), cada uno de ellos perseguido por los lectores, e indistintamente rechazado y aclamado.

Tal es el caso de Los pasos sobre la hierba, Mención en el concurso Casa de las Américas, que desató una tormenta en medios intelectuales y políticos que terminó marginándolo de la actividad literaria, por abordar de forma demasiado severa para la época el tema de la creación y desarrollo de las milicias en los años 1960 y 1961.

Como resultado de ese encontronazo ideológico y los reproches oficiales, abandonó las aulas universitarias y comenzó a trabajar en una fundición donde fue desde forjador y hornero, hasta profesor de la Facultad Obrero-Campesina, y donde laboró hasta 1976, cuando retornó la universidad y al año siguiente publicó Acero, con sus vivencias de esos años de vida obrera.

Heras no fue el único intelectual envuelto en el torbellino político de la Revolución cubana, pero mientras algunos prefirieron abandonar la isla, él fue de los que decidió permanecer en su país y continuar su obra, contra viento y marea.

Licenciado en Periodismo y en Filología en la Universidad de La Habana, donde también se ha desempeñado como profesor de Literatura Hispanoamericana, de Redacción y Técnica Periodística, y de Historia de América, fue jefe de redacción y editor de la Editorial Letras Cubanas y director de la Editorial Casa de las Américas. En el 2001 recibió el Premio Nacional de Edición.

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