Allá por el siglo XVIII los ingleses tomaron La Habana a sangre y fuego, y para mí, que en la escuela me parecía bastante aburrida la historia sobre los primeros siglos de la colonización española en Cuba, aquel episodio, con el bombardeo al castillo del Morro, el desembarco por Cojimar y la guerrilla de Pepe Antonio, el alcalde de Guanabacoa, era algo que rompía la monotonía de tantos gobernadores generales que iban y venían. Allá por el siglo XVIII los ingleses tomaron La Habana a sangre y fuego, y para mí, que en la escuela me parecía bastante aburrida la historia sobre los primeros siglos de la colonización española en Cuba, aquel episodio, con el bombardeo al castillo del Morro, el desembarco por Cojimar y la guerrilla de Pepe Antonio, el alcalde de Guanabacoa, era algo que rompía la monotonía de tantos gobernadores generales que iban y venían.
Los Yonis se quedaron un buen tiempo en La Habana, que era como decir la isla entera, y dicen los historiadores que en ese tiempito progresamos más que en todos los años transcurridos desde que Colón llegara con sus tres carabelas.
Pero la historia terminó cuando Madrid y Londres se pusieron de acuerdo y cambiaron a Cuba por la Florida. Y volvimos a lo mismo, Gobernadores generales que iban y venían y a traer esclavos de África para cortar caña e inventar a las mulatas en coproducción con los patrones.
Pero historia aparte, a estas alturas muchos se preguntan si está ocurriendo una nueva toma de La Habana por los ingleses, porque desde hace un tiempo a esta parte, la pintoresca bandera del Reino Unido está por todas partes, con su complicada composición geométrica en azul oscuro, rojo y blanco.
¿Un asalto de tropas especiales del que nadie se percató? ¿Penetración ideológica como en los tiempos en que era «malo» hasta escuchar a los Beatles?
De eso nada.
Todo indica que el desembarco ha ocurrido por los timbiriches de los merolicos que venden una amplísima variedad de ropa y zapatos traídos por las mulas desde Ecuador, Miami, Panamá y hasta Haití, pues basta visitar alguna de las candongas habaneras para ver la dichosa banderita por todas partes.
Por eso, de vez en cuando aparece flotando al viento en algunos automóviles, como si su chofer fuera fan del Manchester United o del Liverpool; pero sobre todo, en pañuelos de cabeza, camisetas, hebillitas para el cabello y hasta en zapatillas que, por cierto, parecen ser el último grito de la moda para muchachas y muchachos que las calzan lo mismo para ir a una fiesta que para hacer la cola del pan.
Lo que llama la atención es por qué la insignia británica se lleva la exclusividad en el mercado y no se ven los colores de la bandera española, que como Madre Patria al fin, nos es más cercana, o la banderita americana, que para eso los yanquis son expertos en ponerla hasta en las hamburguesas.
Los que se rompen la cabeza tratando de descubrir estos misterios de la vida cotidiana la conclusión que sacan, y tiene lógica, es que toda esa mercancía pudiera ser remanente de la parafernalia comercial de Londres 2012, comprada a precio de saldo por allá afuera y vendida aquí como pan caliente.
Si eso es así, no hay que preocuparse por ver a la reina Isabel encaramada en la farola del Morro y, en todo caso, pensar que dentro de unos años estaremos vestidos de verde y amarillo y bailando lambada.
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LA TOMA DE LA HABANA POR LOS INGLESES
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