«Mañana mismo va a empezar el desfile por el aeropuerto de la gente cargada con cuanto tareco eléctrico se le ocurra», fue el comentario de Carmen, una experta costurera, a una de sus clientas, cuando leyeron en la prensa que el Gobierno ha autorizado nuevamente a los cubanos a importar prácticamente todo tipo de electrodomésticos siempre que no lo hagan con fines comerciales. «Mañana mismo va a empezar el desfile por el aeropuerto de la gente cargada con cuanto tareco eléctrico se le ocurra», fue el comentario de Carmen, una experta costurera, a una de sus clientas, cuando leyeron en la prensa que el Gobierno ha autorizado nuevamente a los cubanos a importar prácticamente todo tipo de electrodomésticos siempre que no lo hagan con fines comerciales.

La medida de la Aduana General fue publicada hace pocos días por la Gaceta Oficial en una edición extraordinaria, y autoriza a cubanos, residentes o no, y a extranjeros, la entrada al país de electrodomésticos y ciclomotores eléctricos, aunque con algunas limitaciones. Por ejemplo, solo podrán importarse -siempre hasta dos unidades- aires acondicionados cuya capacidad no exceda una tonelada, así como cocinas y vitrocerámicas de inducción siempre con un consumo no mayor de 1.500 watts; y ciclomotores eléctricos, así como sus piezas, siempre que su velocidad máxima prevista por el fabricante no supere los 50 kilómetros por hora y la potencia del motor no exceda de 1.000 watts.

La lista de artículos incluye prácticamente todo los electrodomésticos, refrigeradores, freezers, duchas, freidoras, calentadores de agua, ventiladores, planchas, tostadoras, hornos y microondas, estos últimos de cualquier tipo y con un consumo no superior a los 2.000 watts. Con ellos se pone punto final, al menos por ahora, a una prohibición impuesta en el 2005, cuando se argumentó que ello obedecía a la crisis energética que padecía la isla en ese momento. «Yo no me explico, para qué pasar tanto trabajo cargando con esos tarecos si todas esas cosas las hay en las tiendas aquí» dijo con cara de ingenuidad la clienta de Carmen.

«Pues muy sencillo mi amiga -le respondió Carmen con prontitud-, porque aquí cuestan el triple, pero si no acaban de bajar esos precios, se morirán de viejos en las tiendas».

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