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La tranquilidad cotidiana de Cuba no calma la inquietud de muchos observadores habituados a reflexionar sobre la Isla

La pregunta más extendida últimamente entre los observadores de la realidad cubana sería algo parecido a: ¿Qué está pasando? Quizá porque parece indudable que algo sucede, a pesar de la evidencia casi palmaria de que la vida cotidiana de los cubanos se mantiene en sus coordenadas habituales, como si la ausencia temporal del líder ya se hubiera asumido con total normalidad y sin sobresaltos, a pesar de los augurios de algunos. La pregunta más extendida últimamente entre los observadores de la realidad cubana sería algo parecido a: ¿Qué está pasando? Quizá porque parece indudable que algo sucede, a pesar de la evidencia casi palmaria de que la vida cotidiana de los cubanos se mantiene en sus coordenadas habituales, como si la ausencia temporal del líder ya se hubiera asumido con total normalidad y sin sobresaltos, a pesar de los augurios de algunos. Es cierto que, en lo que respecta a ese punto, no pasa nada nuevo, aunque a los cubanos de a pie esa normalidad sólo les sirva para constatar que tienen que seguir luchando cada día por la supervivencia, lo mismo que antes.

Mientras, el Gobierno en funciones mantiene el pulso del día a día, aunque se ha extendido un cierto mutismo, sobre asuntos como la “Batalla de las ideas” o “La revolución energética” y que antes del traspaso temporal de poderes realizado por Fidel Castro el 31 de julio eran el pan de cada día para los habitantes de la Isla y mantenían una presencia constante en los medios de comunicación.

Ahora, cuando, al menos hasta el cierre de esta edición, se cumple un mes sin imágenes ni vídeos del presidente cubano y se renuevan las especulaciones internacionales sobre su salud, la normalidad ha tenido un efecto casi bálsamico. Incluso en Miami, donde empiezan a escucharse con mucha más fuerza las voces moderadas que apuestan por un cambio desde dentro que las radicales de antaño.

Y mientras, Raúl hizo su última aparición pública en el Congreso de los Pioneros, Carlos Lage parece inmerso en una gira perpetua por instalaciones industriales en la que vigila el buen desarrollo de los planes de “Perfeccionaniento empresarial” y el canciller, Pérez Roque mantiene una inusitada actividad, a lo largo y ancho del país, para explicar en directo a los ciudadanos los costes económicos del embargo estadounidense.

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