Recreación de una calle de La Habana
La presencia de animales en los barrios habaneros ya no es exclusiva de perros y gatos. Cada vez es más común encontrar gallinas, cerdos y caballos en plena ciudad, en un escenario que recuerda más a un caserío rural que a una capital caribeña. La realidad urbana está cambiando, marcada por la supervivencia y la creatividad de la población.
El contraste es evidente: coches tirados por caballos circulando en zonas periféricas, un gallo que canta a cualquier hora del día, y una cotorra que repite frases como “rico café” o imita alarmas de coches. El sonido de estos animales se mezcla con los ladridos de perros que funcionan como sistema de seguridad frente al aumento de robos en la ciudad.
En barrios de La Habana, los vecinos conviven con gallos, cerdos y cotorras en un escenario que combina lo rural con lo urbano
La llegada de estos animales desde la campiña cercana no sorprende a los más veteranos, que recuerdan el “período especial” de los años 90, cuando incluso se recurría a veterinarios para silenciar mascotas y evitar sanciones.
La explicación es simple: la crisis económica obliga a los cubanos a buscar soluciones para alimentarse y proteger sus hogares. Tener gallinas asegura huevos; un cerdo, carne; y una vaca, como planteó un vecino, significaría leche, queso y mantequilla.
Los animales de granja se han convertido en una respuesta de los hogares habaneros a la falta de alimentos y a la inseguridad
Pese al ruido y las molestias, la mayoría evita criticar a los dueños de estos animales. La necesidad alimentaria se impone y lo que antes se consideraba inapropiado en un entorno urbano hoy resulta comprensible.
No todo es ruido. La ausencia de fumigación aérea contra mosquitos ha permitido el regreso de mariposas multicolores y aves como el colibrí a las zonas residenciales. Este inesperado efecto se suma a la peculiar estampa urbana, donde lo bucólico convive con lo cotidiano.
La falta de fumigación ha favorecido el regreso de mariposas y colibríes a la ciudad
En este contexto, el “concierto” de cacareos, ladridos y cantos no es visto como un problema grave, sino como un símbolo de resiliencia habanera frente a la crisis.
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