A las nueve de la noche en pleno sábado la televisión interrumpió sus transmisiones en medio de la telenovela brasileña. A las nueve de la noche en pleno sábado la televisión interrumpió sus transmisiones en medio de la telenovela brasileña.
Como eso de cortar los programas a la mitad no ocurre casi nunca, todo el mundo se puso en guardia y hasta los que estaban cabeceando ante el televisor se desperezaron.
De inmediato apareció en pantalla el presidente venezolano, Hugo Chávez, anunciando la recurrencia de su enfermedad y todo lo demás que ya se sabe. Pero la inusitada aparición inquietó a la gente.
Los sentimentales soltaron hasta su lagrimita, como Ana María, la bisabuela, quien solo comentó la mala nueva con un «pobrecito, tan joven…»
Para otros la potencial pérdida de un aliado como Chávez podría tener serias consecuencias para el país, y no solo porque cambie el color político de Venezuela.
«A prepararse señores, porque si el hombre se fastidia, los apagones no nos los quita nadie de arriba», fue la conclusión herética pero real, de Pancho, el carnicero más curda de todo el barrio.
El caso es que en Cuba, cristianos, santeros y comunistas oran por la salud del presidente venezolano, cada cual en su estilo; todos están pendientes del futuro del mandatario, y la mejor prueba de ello es que hasta la sacrosanta telenovela se fue del aire.
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