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PAÑALES DESECHABLES

«Que los cubanos nos pasamos o no llegamos es una verdad más grande que un templo», dijo Gilberto, un ingeniero químico que desde hace tiempo gana mucho más como chofer de un almendrón, cuando vio por el Noticiero Nacional de TV que el presidente Raúl Castro habló de la necesidad de construir una fábrica de pañales desechables en el país. «Que los cubanos nos pasamos o no llegamos es una verdad más grande que un templo», dijo Gilberto, un ingeniero químico que desde hace tiempo gana mucho más como chofer de un almendrón, cuando vio por el Noticiero Nacional de TV que el presidente Raúl Castro habló de la necesidad de construir una fábrica de pañales desechables en el país.

«¡Di tú! Estamos alante-alante en biotecnología, fabricamos vacunas contra el cáncer, y todavía los fiñes se mean en culeros de tela como en la época de mi abuela», fue el puntillazo de Gilberto.

Todo indica que lo de los pañales desechables forma parte de una de las medidas que el gobierno piensa llevar adelante para buscar de alguna forma estimular el crecimiento de la población, porque el último censo confirmó lo que todo el mundo ya sabía: la población no solo no crece sino que se reduce.

Causas hay montones, pero una de ellas es que las parejas lo piensan más de tres veces para tener más de un hijo, porque las dificultades del día a día son muchas, y una de ellas es tan simple con la falta de «culeros», pues se pueden comprar en las shoping, pero la cuenta no da de ninguna forma si se pretende cubrir con ellos los requerimientos de un bebé meón.

Como los cubanos han aprendido a lo largo de décadas a hacer milagros, en cuanto apareció ese maravilloso invento que es el pañal desechable las mujeres se las arreglaron para reciclarlos.

Primero, comenzaron a extender su «valor de uso», o lo que es lo mismo, le ponían al niño un desechable por la mañana y se lo quitaban por la noche, ya cuando el pañal pesaba más que el bebé.

Después, alguien descubrió que se podía sustituir el relleno inservible por los culeros de tela que «dan por la libreta», nada de echarlos al cesto de la basura, sino lavarlos y usarlos una y otra vez hasta que no dieran más.

Pero nadie sabe que cuesta más trabajo, si seguir por el método tradicional de lavar toneladas de pañales cada día o «reciclar» los desechables.

Cuando Raúl Castro dijo lo de la fábrica de desechables, Victoria, una cubana fuera de lo común porque en dos años ha tenido tres varones gracias a que el segundo parto fue de jimaguas, primero se paró delante del televisor porque pensó que había oído mal, y después alzó los brazos al cielo y soltó un ¡AL FIN!!!!!!!!!!!! que retumbó en toda la cuadra, aunque después, ya más calmada, pensó con detenimiento los pro y los contra: «Hmmmmmm, lo malo es que Pepe mi marido se embulle a tener tres más…»

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