El chiste se mueve entre los cubanos amantes del relajo y el choteo: Quienes esperaban que Fidel fuera clonado para que viviera eternamente andan de moco caído, y sus detractores, jubilosos. El chiste se mueve entre los cubanos amantes del relajo y el choteo: Quienes esperaban que Fidel fuera clonado para que viviera eternamente andan de moco caído, y sus detractores, jubilosos.
El caso es que La Gaceta Oficial acaba de publicar un decreto mediante el cual se flexibilizan los trámites para el registro de patentes, con el propósito evidente de ayudar a la puesta en práctica de los invenciones de los científicos cubanos, que son muchos y buenos, pero pasan más trabajo que un «forro de catre» para que sus trabajos se lleven a la práctica.
Sin embargo, de paso, el decreto deja clara la prohibición de algunas aplicaciones científicas, entre ellas «la clonación de seres humanos y de órganos, tejidos y sus partes o elementos y los procedimientos de modificación de la identidad genética germinal del ser humano».
Como era de esperar, esta nueva legislación ha sido de gran interés principalmente dentro de la comunidad científica, mientras que para el resto de la gente ha pasado inadvertida o, en el caso de los chistosos, ha dado pie para la risa y las interpretaciones maliciosas.