«¡Míralo, míralo ahí!» fue la expresión de sorpresa de la vieja Maruca cuando vio al Comandante vestido con atuendo deportivo, bastante encorvado, con muchas más canas que la última vez y el pelo algo más largo que de costumbre, entrar despacio y sujetándose del brazo de un joven muchachón que de seguro debe ser uno de sus guardaespaldas. «¡Míralo, míralo ahí!» fue la expresión de sorpresa de la vieja Maruca cuando vio al Comandante vestido con atuendo deportivo, bastante encorvado, con muchas más canas que la última vez y el pelo algo más largo que de costumbre, entrar despacio y sujetándose del brazo de un joven muchachón que de seguro debe ser uno de sus guardaespaldas. «¡Pobrecito, está jorobadito. Antes no estaba así!» Fue su conclusión con un poco de pena. «Pero vieja, qué más tú le vas a pedir? ¡Bastante ha pasado ya el hombre, para pedirle que ande dando saltos!» la atajó Ernesto, su marido de tiempos inmemoriales, cuando junto con Maruca vio al Comandante por el noticiero de la Televisión al acudir a votar en las elecciones del 3 de febrero, para conformar el Parlamento y los gobiernos provinciales. Porque ese día fueron elecciones generales en Cuba, a las que estaban convocados alrededor de ocho millones de personas, pero esto no era noticia. La noticia fue, después de un buen tiempo sin aparecer en público y tras algún que otro rumor en Radio bemba sobre su salud, ver aparecer al Caballo, como le decían mucho antes de que los años le fueran cayendo encima, aparecer ya tarde cuando muchos ni lo esperaban. Y como estaba la prensa aprovechó y habló de lo humano y de lo divino, como hace siempre que tiene un chance, aunque con voz trémula y apagada, pero con la mente clarita, como comentaron muchos. Suficiente para que después Ernesto sacara su propia conclusión: «Ni te preocupes, Maruca, que el hombre sigue siendo genio y figura…».