Las reformas prometidas por Raúl Castro a la población, que parecían ser el principal argumento que articularía la política de la Isla en 2011, se han ido deslizando a lo largo de los 365 días con un grado de cumplimiento que ha desilusionado a los pocos cubanos que aún creían que el presidente iba en serio. Las reformas prometidas por Raúl Castro a la población, que parecían ser el principal argumento que articularía la política de la Isla en 2011, se han ido deslizando a lo largo de los 365 días con un grado de cumplimiento que ha desilusionado a los pocos cubanos que aún creían que el presidente iba en serio. Algo se ha hecho, sin embargo, pero no exactamente el cambio de modelo productivo del que aún se habla en los discursos oficiales. Es otra cosa. Un programa estricto de consolidación fiscal, basado en el recorte del gasto público y el adelgazamiento del estado que avanza implacablemente y que, cada vez recuerda más al que se puso en práctica en los últimos años de la URSS como fórmula para liquidar el comunismo y que de sus cenizas surgieran los nuevos capitalistas. Los oligarcas. El grupo de antiguos altos funcionarios del Estado soviético que, con la inestimable ayuda de algunos inversores internacionales que estaban en el secreto se convirtieron en el nuevo poder de la naciente Rusia.
Asi, piensan al menos, muchos observadores internacionales que no paran de encontrar similitudes entre una situación y la otra, a pesar de los años transcurridos entre ambas historias. Son los mismos que hace tiempo descartaron que Raúl y su equipo estuvieran impulsando una transición para convertir a la Isla en una emulación caribeña del sistema chino con su capitalismo de partido único.
No es eso, aseguran estos analistas que encuentran, además, una lógica implacable en el proceso paralelo de desmantelamiento del Partido Comunista que también parece llevar a cabo el actual grupo dirigente de Cuba. Se va a liquidar el sistema, dicen, para mayor beneficio de algunos, de aquellos que llevan tiempo preparando ese escenario futuro.
Ahora sólo falta ponerle el nombre a esos oligarcas caribeños. Saber quien sera el Roman Abramovich o el Vladimir Potanin o el Boris Berezovsky de este final más que anunciado del sistema que alumbró Fidel Castro hace cinco décadas.
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