A pesar de algunas prevenciones previas, la última Cumbre del Comité Hispano-cubano, celebrada en La Habana a finales de mayo, se ha caracterizado por el exquisito trato diplomático y la excelente disposición de los participantes para generar ese impulso que el presidente del Consejo Superior de las Cámaras españolas cree necesario. A pesar de algunas prevenciones previas, la última Cumbre del Comité Hispano-cubano, celebrada en La Habana a finales de mayo, se ha caracterizado por el exquisito trato diplomático y la excelente disposición de los participantes para generar ese impulso que el presidente del Consejo Superior de las Cámaras españolas cree necesario para que las relaciones empresariales entre ambos países recobren la fuerza que tuvieron en otros tiempos. Sin embargo, algunos de los componentes de la delegación española presente en la reunión no han vuelto demasiado contentos. Muchos tienen la firme convicción de que a La Habana, cada vez le interesan menos las relaciones que venía manteniendo con los pequeños y medianos empresarios, y que fueron, no hace tanto, una parte fundamental del entramado bilateral que animó el comercio y ayudó a cimentar las relaciones económicas.
Y otros tantos parecen transmitir una cierta sensación de que las buenas palabras que se dijeron, muchas e interesantes, carecen de algunos contenidos que resultan muy necesarios en los momentos de incertidumbre. Y, además, han vuelto a casa sin una idea concreta sobre como se pagará la deuda que el Estado cubano y las empresas de la Isla mantienen desde hace tiempo con sus socios hispanos.
Mientras tanto, Cuba parece decidida a orientar su política económica en esta etapa hacia el aumento de los controles sobre todos los recursos, rescatando las fórmulas de centralización estatal de más añejo cuño. Un asunto que empieza a generar cierta sombra de duda en determinados ambientes sobre la capacidad de atención real que tendrá el Gobierno de la Isla de responder a las demandas de bienes, productos de consumo básicamente, que está realizando una población a la que se le han generado muchas expectativas que, poco a poco, habrá que empezar a convertir en realidades mensurables.
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