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Zoila LAPIQUE, Premio Nacional de Ciencias Sociales 2002

Con permiso... Tres preguntas

Erudita, y poseedora de una pasión envidiable por descubrir y escrutar cada detalle que forme parte del patrimonio cultural cubano, Zoila Lapique marca un hito en el rescate de la memoria histórica del pasado colonial. Más que a una musicógrafa prolífica, Zoila encarna a la investigación en todo su esplendor, lo cual le valió el Premio Nacional de Ciencias Sociales en el 2002. Es además, con su carácter sencillo y altruista, fuente y apoyo de varias generaciones de historiadores y musicólogos cubanos. En una entrevista concedida a PRENSA LATINA, confesó que su curiosidad también incluye la caricatura, el grabado, la litografía, las etiquetas de tabaco, aunque su gran pasión es la música. Erudita, y poseedora de una pasión envidiable por descubrir y escrutar cada detalle que forme parte del patrimonio cultural cubano, Zoila Lapique marca un hito en el rescate de la memoria histórica del pasado colonial. Más que a una musicógrafa prolífica, Zoila encarna a la investigación en todo su esplendor, lo cual le valió el Premio Nacional de Ciencias Sociales en el 2002. Es además, con su carácter sencillo y altruista, fuente y apoyo de varias generaciones de historiadores y musicólogos cubanos. En una entrevista concedida a PRENSA LATINA, confesó que su curiosidad también incluye la caricatura, el grabado, la litografía, las etiquetas de tabaco, aunque su gran pasión es la música.

-¿Por qué la música?

-No tengo voz para cantar, como bailarina no hubiera sido nada, probé con un violín que me regaló mi hermano Tomás y tampoco funcionó. Era pequeña, pero tenía claro para lo que yo podía servir y en lo que no podía servir no me empeñaba. Esa gente que da clases de piano por darlas u otro instrumento eso es un desastre al final. Sin embargo, yo sentía que la música la tenía en los poros. Mi papá me llevaba a los conciertos, yo recuerdo que pude disfrutar del director de orquesta austríaco Eric Kleiber. Más tarde iba a escuchar a la sinfónica, incluso fui socia del segundo balcón de la sociedad de Pro Arte que daba sus funciones en el teatro Auditorio, en el Vedado. También un tío mío materno, Ramón Becali que era empresario de teatro lírico y trajo a Paulina Singerman, a Luis Sandrini. “Lamenté mucho que Sergio Peretti, el último gran bailarín y coreógrafo que bailaba en punta, pasara por La Habana sin pena ni gloria.

-¿Entonces durante su niñez se conformó solo con el disfrute visual y sonoro?

-No. Desde edades tempranas compensé también mis necesidades musicales a través de la lectura, guiada por mi hermana Rosa, quien me inculcó que no se podía perder tiempo en la vida sin hacer nada creativo. Ella me llevaba a una antigua biblioteca en el parque Manila en el municipio habanero del Cerro, donde trabajaba María Villar Buceta, gran poetisa y una de las primeras en fomentar los estudios bibliotecológicos en Cuba. Más tarde me matriculó en el círculo italiano. En cuanto a mis inicios como historiógrafa, ya adulta, cuando trabajaba en el Departamento de Música de la Biblioteca Nacional de Cuba, donde trabajé después como subdirectora técnica, fue mi jefe, el maestro Argeliers León, quien alentó mis primeras investigaciones en ese ámbito. Argeliers y su esposa, María Teresa Linares, me dijeron, ustedse tiene que dedicar a la investigación

-¿Fue a partir de ese momento que usted se consagró al examen minucioso de todo testimonio de la música que apareciera en las publicaciones seriadas de la época colonial?

-Sí. Yo registraba siempre bien las fechas, los periódicos, porque ello te da la atmósfera, el latir de las cosas, a mí siempre

me ha gustado ambientar todo porque fríamente tú encuentras una pieza de música, pero hace falta saber el contexto histórico en que surge esa pieza, qué cosa tiene de importante en la época en que fue creada. Entre mis principales aportes investigativos está definir los dos tiempos históricos en la contradanza cubana. Una primera etapa donde entra la contradanza española que viene afrancesada ya que en 1701 entra a gobernar en España la casa francesa de Anjou y se inaugura la dinastía de los Borbones, y una segunda etapa con los cintillos francohaitianos, a partir de los asentamientos de haitianos y franceses que se expanden por toda la Isla.

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