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El temor a que se desinflen las plantillas

Radio Bemba

A las preocupaciones de muchos cubanos se suma por estos días la posibilidad de que las autoridades lleven adelante una fuerte política de reducción de plantillas como una de las vías para conseguir que la deprimida economía de la isla encuentre el camino de la eficiencia y la productividad. A las preocupaciones de muchos cubanos se suma por estos días la posibilidad de que las autoridades lleven adelante una fuerte política de reducción de plantillas como una de las vías para conseguir que la deprimida economía de la isla encuentre el camino de la eficiencia y la productividad.

Recientemente, el presidente Raúl Castro, durante un discurso ante los delegados de un congreso de militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas, reveló que, según diferentes estudios, «sobran» alrededor de un millón de trabajadores, algo que ha puesto a pensar a muchos sobre su futuro.

Aunque gotean las informaciones oficiales sobre el tema, en Radio Bemba proliferan los comentarios sobre la mayor o menor profundidad de las medidas destinadas a reducir las plantillas en buena parte de los centros laborales del país.

Los más pesimistas aseguran que «la cosa» viene en varias etapas -algunos aseguran que son tres-, la primera de las cuales incluye la eliminación de contratos de personas ajenas al propio colectivo de trabajo, y la última, podría plantear hasta jubilaciones adelantadas.

Muchos cubanos son favorables a la medida porque reconocen que resulta imposible pagar sueldos a gente que no trabaja o que realiza actividades innecesarias, y ven en ello la posibilidad de que las autoridades hagan una distribución más racional de las labores, lo cual podría conducir a que un mismo empleado realice las funciones que hoy desempeñan varios, y así ganar un salario más cercano a sus necesidades, en un país donde los sueldos, en la mayoría de los casos, son más que insuficientes para cubrir las necesidades de las personas, a pesar de subsidios y gratuidades.

Unos ven la reducción de las plantillas como algo inminente, e incluso hay quienes aseguran que ya comenzó, pero otros la consideran como un proceso todavía lejano porque podría sumar otro problema, el desempleo, a los muchos que ya enfrentan las autoridades de la isla, pues una masa desproporcionadamente grande de desocupados sin alternativas se puede convertir en una verdadera olla de presión en medio de un verano que ya muchos vaticinan que «viene caliente».

Los más avisados advierten que, incluso, los recortes de personal pueden conspirar contra otras medidas aplicadas recientemente por el gobierno, como son la prolongación de la edad de jubilación, que pasó de 60 a 65 años en los hombres y de 55 a 60 en las mujeres, o a la resolución que permite al cubano tener más de un contrato laboral.

Raúl Castro dijo en su discurso que la Revolución no dejará a nadie desamparado (lo que ha sido uno de los lemas imbatibles del discurso revolucionario a lo largo de medio siglo), pero al mismo tiempo advirtió que, aunque se le pueden ofrecer otras opciones a los sin trabajo para su sustento, el primer interesado en buscarse un empleo acorde con sus gustos y necesidades debe ser el propio trabajador.

Pero en la crítica situación económica del país al parecer solo los sectores de educación, construcción y agricultura piden a gritos el incremento de la fuerza laboral.

Para el primero se necesitan miles de maestros, pero, obviamente, para ello se requiere gente debidamente preparada.

Resultan necesarios menos requisitos para ponerse a colocar ladrillos o arar la tierra, pero encarar esos trabajos bajo el tórrido sol cubano es cosa que muchos sopesan con calma, a pesar de ventajas salariales y otros beneficios puestos en práctica recientemente, y no son pocos los que desdeñan esos trabajos con una frase cubanísima: «¡Los fósforos!» (algo así como «ni muerto»).

Por añadidura, especialistas aseguran que, de acuerdo con las cifras que se barajan de posibles cesantes, la construcción y la agricultura tampoco serán suficientes para dar cabida a tanta gente, por lo cual a las autoridades no les quedará otra alternativa que «abrir la mano» y dar vía libre a formas de propiedad como la privada y la cooperativa en infinidad de servicios y producciones, que al día de hoy resultan mucho más atractivas.

Pero la preocupación se mantiene, porque con salarios bajos o no, la gente prefiere sentirse segura en su puesto laboral y espera con suspicacia «lo que vendrá».

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