Aunque para este verano las autoridades cubanas han cargado la mano en lo que califican como esparcimiento ‘sano’, promoviendo visitas a museos, puestas teatrales, el perdido hábito de la lectura y hasta un festival internacional de circo, la mayoría de la gente asegura que las vacaciones se hicieron “pa´ ir a la playa”. Aunque para este verano las autoridades cubanas han cargado la mano en lo que califican como esparcimiento ‘sano’, promoviendo visitas a museos, puestas teatrales, el perdido hábito de la lectura y hasta un festival internacional de circo, la mayoría de la gente asegura que las vacaciones se hicieron “pa´ ir a la playa”.
Y no hay quien les quite esa idea de la cabeza, aunque sufran más calor y mosquitos que en casa optando por las módicas ofertas del Campismo Popular que se agotan desde bien pronto, o gastando una fortuna en hoteles cuatro y cinco estrellas a donde ya acuden en masa hasta convertirse en un sector “de punta” para las cadenas hoteleras.
Los que no pueden hacer una cosa ni la otra, se las arreglan dando viajes diarios a las playas, “luchando” guaguas y almendrones para ir y volver, cogiendo fresco bajo endebles sombrillitas o aterrillándose al sol y comiendo “lo que caiga”, desde pizzas hasta tamales que proveen en abundancia tanto el Estado como los privados.
Y están los que, resignados, prefieren quedarse en casa y dejar la playa para después que pase “el tormento de las vacaciones”, y mientras ese momento llega, se refugian en la TV, que les ofrece una programación de verano de casi 6.000 horas que incluye 48 películas a la semana y el plato fuerte de las Olimpiadas de Río en agosto.
