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¿LA ERA POSCARRO?

Radio Bemba

Alberto, un profesor universitario, asegura con tono académico: «El 3 de enero Cuba inauguró mundialmente la era poscarro». Alberto, un profesor universitario, asegura con tono académico: «El 3 de enero Cuba inauguró mundialmente la era poscarro».

La carcajada unánime de sus colegas fue inmediata ante la ocurrencia de Alberto, aunque algunos de ellos en el fondo están echando chispas porque se quedaron con las ganas de comprar incluso un modesto carrito, suficiente para ir y venir a la universidad.

Ese día la noticia le dio la vuelta al mundo y no era para menos, pues las autoridades de la isla abrían el banderín, después de medio siglo, a la compra libre de todo tipo de automotores, sin cartas ni autorizaciones de nadie, pero con el añadido a esa novedad, que los coches salieron a la venta implantando record como los más caros del planeta, más aun cuando no se pueden comprar a plazos, sino en dinero contante y sonante, de una sola tirada.

Cuando muchos se acercaron a las agencias de venta, no creían lo que veían, pues si un Peugeot 0 kilómetro del último año y de alta gama cuesta la friolera de 262.000.00 CUC, los de segunda mano no andan lejos y un modesto Hyundai Atos con varios años de uso se monta en los 20.000.00.

Ese mismo carrito, cuando la compra de autos era solo posible con una carta de autorización sangreada por algún técnico o diplomático después de años de trabajo en alguna misión en el exterior, ascendía a lo sumo a 3.000.00. Era difícil pero posible, ahora es fácil pero imposible.

Pero para ser sinceros, en esta isla de lo real maravilloso, como la clasificara un gran escritor ya hace muchos años, todo tiene sus orígenes, profundos pero reales.

Antes de que la gente pensara que tales precios eran cosa de locos, las autoridades advirtieron que los carros saldrían a la venta a precios del mercado. Y el mercado en Cuba no es el de los concesionarios de Madrid, Nueva York, Bogotá o Caracas, sino el de la bolsa negra de las calles de La Habana.

Sin ir muy lejos, basta abrir las páginas web de Cubísima o Revolico para encontrarse en la sección de vehículos todo tipo de marcas, de todos los años y en todos los estados de conservación habidos y por haber. Y ¡Sorpresa! Ahí aparecen precios por el estilo, un poquito más o un poquito menos.

Y resulta innegable que el mercado negro, en cualquier parte de este planeta, pone los precios más altos que pueda, siempre que tenga alguien dispuesto a comprar. En otras palabras, si no existieran compradores con billeteras tan abultadas, los precios de Revolico o Cubísima tendrían que ser otros.

«¡Lo malo del caso es que los precios del Estado quien los ponga sea la bolsa negra! ¿Qué se pretende con una cosa así? Eso sí que no lo entiendo» afirma indignada Caridad, una doctora que esperaba tener la posibilidad de comprar un carrito con carta o sin ella, cuando reuniera la cantidad necesaria en sus trabajos en el exterior.

Y va más allá: «Aunque tenga el dinero. ¡No me da la gana de pagar ese dineral en la bolsa negra, así que mucho menos al Estado, que se supone sea quien nos proteja de los revendedores!».

El asunto tiene otra arista que preocupa a muchos más, porque para miles de cubanos de a pie un auto no está en sus planes inmediatos sea caro o barato, pero esperaban que con la liberación de la venta de coches a la larga mejorara el transporte público, pues las autoridades han dicho que las ganancias por las ventas serán destinadas a una bolsa de inversión para mejorar ese deprimido servicio y la infraestructura vial.

«Por ese camino no creo que vendan muchos carros, y entonces tampoco habrá dinero para mejorar las guaguas, así que echémosle guindas al pavo, que la cosa va pa’ largo» es la conclusión de Carmita, una estudiante universitaria.

Pero Rodney, su novio, la ataja: «¡No seas boba muchacha, lo que pasa es que con esos precios, con unos cuantos carritos que se vendan van a construir el metro de La Habana!».

En todo caso, la era poscarro anunciada por el catedrático Alberto recién comienza, y según los optimistas, que siempre los hay, puede que con el tiempo prevalezca la cordura y las aguas cojan su nivel, o mejor dicho, los precios.

Pero las reacciones han sido tantas y tan variadas que, para muestra, un botón: Camilo, un exmilitar que se autocalifica como «revolucionario de Patria o Muerte», asegura que «el día que yo tenga 262.000.00 CUC, me voy para Venezuela, me compro una casa de las que construye Maduro, un carrito de segunda mano, y con lo que me queda me alcanza para construir el Socialismo del Siglo XXI».

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