Los cubanos siempre han sido escandalosos, esa es una de sus características, que se aprecia fácilmente dondequiera que haya más e uno. Y La Habana, su capital, parece ser el no va más de ese problema, al menos por los comentarios que en la calle y hasta en los medios de prensa abundan y hacen que el tema vuelva una y otra vez a los corrillos. Los cubanos siempre han sido escandalosos, esa es una de sus características, que se aprecia fácilmente dondequiera que haya más e uno. Y La Habana, su capital, parece ser el no va más de ese problema, al menos por los comentarios que en la calle y hasta en los medios de prensa abundan y hacen que el tema vuelva una y otra vez a los corrillos.
El asunto es frecuente a nivel de cuadra, pues en todas siempre hay alguno que pone la música bien alto y de paso le hace coro, y otros que incluso colocan los altavoces de sus equipos de música en el portal, “para que oiga todo el barrio” no importa que sea feriado o día laborable.
Hubo un tiempo en que para poner música alta después de las diez de la noche había que pedir autorización a la Policía. Hoy eso es solo es un recuerdo que muchos añoran y tienen que enfrentar por sí mismos al vecino bullanguero con el riesgo de recibir el mote del “aguafiestas del barrio”.
Pero lo peor ocurre en los establecimientos públicos y los privados cada vez más numerosos, donde la música alta parece ser concebida como anzuelo para capturar clientes, y aunque muchos comienzan a llamar a la cordura o piden la intervención de las autoridades, estas parecen tener “oídos sordos”.