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Van Van lo dijo

Radio Bemba

La famosa orquesta cubana Van Van lo dijo hace muchos años en una canción que hizo época, ‘La Habana no aguanta más’, refiriéndose a la emigración constante de gentes de todas partes del país hacia la capital en busca de mejores oportunidades, y eso, que ya se sabía mediante la práctica diaria, ahora lo confirmó el Censo de Población y Vivienda realizado en el año 2012, de manera científica y con estadísticas abundantes: el 11,2& de la población de la isla son emigrantes interprovinciales y casi la mitad de ellos están asentados en La Habana. La famosa orquesta cubana Van Van lo dijo hace muchos años en una canción que hizo época, ‘La Habana no aguanta más’, refiriéndose a la emigración constante de gentes de todas partes del país hacia la capital en busca de mejores oportunidades, y eso, que ya se sabía mediante la práctica diaria, ahora lo confirmó el Censo de Población y Vivienda realizado en el año 2012, de manera científica y con estadísticas abundantes: el 11,2& de la población de la isla son emigrantes interprovinciales y casi la mitad de ellos están asentados en La Habana.

También el censo confirmó lo que dice la voz popular al calificar como orientales a todos los que vienen en busca de acotejo en la urbe capitalina, independientemente de su lugar de procedencia, pues efectivamente, los emigrados son mayoritariamente de las provincias orientales de Holguín, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, aunque esos territorios alberguen solo al 35% de la población del país.

“Es que si la cosa aquí esta mala, allá está en candela” explican los interesados al justificar su traslado.

Para los pocos que todavía dicen con orgullo que “soy nacido en La Habana”, la gente que viene del campo es calificada más peyorativamente como «palestinos», por aquello de que son desplazados y no tienen donde vivir, pero que llegan a la capital y buscan acomodo a como dé lugar. Solo hay que ver la procedencia de quienes habitan en los barrios marginales que han proliferado a lo largo de años en una ciudad que, en los primeros años de la década de 1960 logró que desparecieran los barrios marginales que existían desde siempre. Pero eso es historia antigua.

Otros ‘palestinos’ tienen más suerte aunque son vistos con igual ojeriza, pues los vecinos saben que ese que se mudó “puerta con puerta” llegó solo o con la esposa; pero luego trae a los hijos cuando termine el curso; detrás vendrán los suegros; luego irán goteando los hermanos uno tras otro, para “abrirse camino”, y por último hasta los sobrinos, y al final, en un apartamentico de dos cuartos se acotejarán alegremente diez o quince parientes, incluyendo, si es posible, una cría de gallinas en el balcón.

La invasión persiste, sin que al parecer hayan valido mucho medidas punitivas o el “cierre de fronteras”, pues para establecerse en la capital no son pocos los requisitos y desde hace muchos años en algunos barrios capitalinos superpoblados la prohibición es, supuestamente, total.

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