La posibilidad de que el nuevo presidente de EEUU decida cambiar la estrategia de la política exterior con Cuba, empieza a ser estudiada como una posible inversión en los despachos de las grandes discográficas y en los estudios de los productores independientes de ese país, que siempre han hecho, en mayor o menor medida, negocio con la música de la Isla caribeña. La posibilidad de que el nuevo presidente de EEUU decida cambiar la estrategia de la política exterior con Cuba, empieza a ser estudiada como una posible inversión en los despachos de las grandes discográficas y en los estudios de los productores independientes de ese país, que siempre han hecho, en mayor o menor medida, negocio con la música de la Isla caribeña.
Lo cierto es que en Cuba, la música ya es negocio gracias al trabajo de su ministro de Cultura, Abel Prieto, al entramado internacional de sociedades de gestión de derechos de autor afines y a los éxitos mundiales de algunos cubanos como el fallecido Compay Segundo.
El dinero empieza a llegar, pero aún es limitado. Toda la riqueza que esta industria cubana podría generar está condicionada por el embargo que EEUU mantiene sobre Cuba. Aunque es obvio que esta situación no va a prolongarse eternamente. Y eso se sabe muy bien en Florida. La cesión del poder que realizó en julio del pasado año Fidel Castro, provocó los primeros realineamientos perceptibles en la comunidad de empresarios de la música latina instalada en Miami. La cabeza visible de este grupo es la familia Estefan, que durante bastante tiempo jugó la baza del anticastrismo para vender sus productos.



