1 de abril de 2014

«¿Qué es lo que hay ahí?» preguntó intrigada una muchacha a su novio motorista cuando salieron del túnel de la calle Línea a toda velocidad y pasaron junto a lo que una vez fue una nave de ensamblaje de pequeños ómnibus marca Girón y más tarde, en la crisis de los noventa, una fábrica de

Hortensia se acercó al mostrador y pasó su vista, una y otra vez, desde las piezas de carne hasta la tablilla con los precios: Pierna y lomo a 30.00 pesos, costilla a 25.00, pierna limpia y deshuesada a 40.00, bistecs al mismo precio…

Hablar sobre las posibilidades o no de invertir en Cuba está, se pudiera decir, que de moda, luego de la inauguración del megapuerto del Mariel, al oeste de La Habana, y la aprobación más reciente de una nueva ley de inversiones que ofrece indiscutibles ventajas en comparación con la precedente, aunque mantiene aun unas cuantas

«En esta unidad comercial se acepta moneda nacional».

Lo que parecía sólo una tendencia, tal vez pasajera, ya casi se ha convertido en una realidad, sin que se vislumbre un cambio de dirección al menos en lo inmediato: El peso, ese billete con la cara de José Martí que a pesar de ser la moneda oficial era discriminado en favor de los coloridos