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Explote en Carlos III, y más

Radio Bemba

La prensa cubana no ha dicho ni esta boca es mía, pero no se sabe ya cuántos cubanos han visto gracias a la «televisión alternativa», es decir, los materiales que pasan de computador en computador mediante las memorias flash, los más recientes vídeos, oficiales, sobre casos de corrupción que ponen en evidencia, más que todo, el despelote existente en muchos organismos cubanos. La prensa cubana no ha dicho ni esta boca es mía, pero no se sabe ya cuántos cubanos han visto gracias a la «televisión alternativa», es decir, los materiales que pasan de computador en computador mediante las memorias flash, los más recientes vídeos, oficiales, sobre casos de corrupción que ponen en evidencia, más que todo, el despelote existente en muchos organismos cubanos.

Uno de los vídeos refleja lo acontecido en el centro comercial Carlos III, uno de los más grandes de La Habana, donde prácticamente se creó una red comercial ‘paralela’ mediante la cual el mercado negro era abastecido por los propios empleados con productos de ferretería y piezas de autos de la manera más simple del mundo, gracias al descontrol administrativo desde arriba hasta abajo.

Sencillamente, mercancías en perfectas condiciones eran clasificadas como deterioradas y automáticamente pasaban a merma, y como nadie las controlaba, iban a parar a varias viviendas particulares de las cercanías del centro comercial, donde eran vendidas sin el menor recato; por supuesto, a otros precios, incluso más baratos que en la tienda, cuyo importe, íntegro, iba a parar a los bolsillos de los ‘comerciantes’.

Pero la cosa no queda ahí y, además, empleaban otra variante, también muy sencilla y bien conocida y padecida por los cubanos: a muchas mercancías que se vendían en la misma tienda les ponían un precio mayor al establecido. Al final de la jornada cuadraban la caja, y la diferencia para el bolsillo. Es lo que en la jerga de la calle se denomina poner una multa.

En el vídeo sobre Carlos III no se dice a cuánto ascendió el monto de la estafa al Estado y a los clientes, pero la propia gerente principal de la tienda, que “explotó” a causa de ese chanchullo, asegura que en el caso de las mermas, “se pasaban meses sin que nadie viniera a controlar los inventarios”. Pero lo del concurrido centro comercial parece pacato al lado de lo sucedido en la Empresa de Servicios Comunales de la Habana Vieja, es decir, la que se encarga de la recogida de basura, limpieza de calles y otras menudencias en ese municipio.

Allí no le robaron a la población porque esos servicios, aunque bastante deficitarios, son gratis; sino que el subdirector económico, una especie de ‘Don Corleone’ tropical, sin necesidad de usar pistoleros le mangó al Estado la pequeña suma de casi 34 millones de pesos.

“Era lo más fácil del mundo” cuenta el tipo con tremendo desparpajo ante la cámara, pues para conseguirlo fue “envolviendo” poco a poco -y beneficiando- al director de la empresa, a la directora y vicedirectora municipal del Ministerio de Finanzas, a la subdirectora municipal de presupuesto, a la tesorera del municipio, al cajero y hasta al jefe de fiscalización de la empresa, todo los cuales, por supuesto, se fueron junto con él barranca abajo.

“La clave de la corrupción -dice tranquilamente- es sencilla y llanamente: Yo me acerco a ti, te hago favores, porque tienes la inmensa necesidad, la tremenda necesidad, que tiene todo el mundo. Yo ahora mismo empiezo por traerte la merienda, mañana te invito a almorzar y cuando te has dado cuenta estas totalmente comprometido conmigo, sin necesidad de decirte nada».

El astuto delincuente, que sabía cómo manejar los temas económicos, buscó la manera de aumentar el presupuesto de salarios de 15.000 pesos a 489.000; esperó a ver si saltaba la liebre, pero como al cabo de varias semanas aquello a nadie le había parecido ni medianamente raro tanto en el Gobierno como en el Ministerio de Finanzas y Precios, se lanzó a robar a manos llenas y con puntualidad mes tras mes.

Con ese dinerito se construyó una casa de tres pisos; invirtió en la reparación y ampliación de otras siete viviendas y hasta regaló dos automóviles. Las vacaciones, que bien merecidas las tenía, las pasaba con su familia en hoteles cinco estrellas de Varadero y, por si fuera poco, durante dos años gastó nada menos que 54.742 CUC alquilando autos de turismo.

Sobre este punto aclaró que esos coches “tenían que ser de los grandes, porque yo, con mi categoría, no me iba a poner a alquilar un Atos chiquitico de esos. Usted me entiende ¿no?”

“Olvídate, que la avaricia rompe el saco”, fue la conclusión de Carmen, una trabajadora de la propia empresa, cuando vio el video y reconoció en la pantalla a unos cuantos personajes.

“Para mí la cosa es peor, -le dijo su esposo- porque si un tipo de una empresita como esa roba todo ese dinero, ¿qué no pasará en otras más importantes? Por eso estamos como estamos”.

Un reconocido bloguero, él único que ha abordado el tema públicamente, se pregunta: “¿Será tan difícil identificar a los funcionarios corruptos?”. Y recomendó a la Contraloría General de la República “que en vez de auditar los estados financieros de las empresas, audite el nivel de vida de los funcionarios. El procedimiento es fácil, hagan un balance de su patrimonio con los gastos familiares y compárenlo con el salario que devenga, puede que nos sorprendamos.

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