El grito pasó de boca en boca por medio barrio cuando al camión con su remolque fue avistado por Carmita, un ama de casa que cada mañana tiene entre sus tareas preferidas e inaplazables andar por todos los puntos de venta de los alrededores para ver «qué vino», y lanzó la voz de alarma. El grito pasó de boca en boca por medio barrio cuando al camión con su remolque fue avistado por Carmita, un ama de casa que cada mañana tiene entre sus tareas preferidas e inaplazables andar por todos los puntos de venta de los alrededores para ver «qué vino», y lanzó la voz de alarma. Y de inmediato se armó el zafarrancho con el tropel de vecinos acudiendo al agro con sus carritos a cuestas para cargar con la mayor cantidad posible del codiciado tubérculo, que no aparecía por los mercados desde finales de octubre o principios de noviembre del pasado año, cuando se vendieron los restos de la última cosecha.
Los que pensaban llevar sacos de papas para la casa quedaron frustrados, porque por ahora solo se venden diez libras por persona, a 1.00 peso cubano la libra, a no ser que acudiendo a un antiquísimo recurso del invento cubano usted marque una y otra vez en la cola. Así, podrá llevar 10, 20, 30 o más libras para su despensa, pero también una fila de unas veinte personas se puede convertir en un calvario de horas, porque cada vez que usted piensa que está a punto de comprar sus diez libritas, se le aparece una viejita con cara de abuelita de caperucita y le dice, «mi´jito, yo ya había marcado aquí delante», y luego llega otra, y otra más… Hay quienes siguen como si con ellos no fuera, como Herminia, otra ama de casa, quien asegura que «al cubano le encanta la machacadera», y que ella las comprará cuando se acaben las colas.
«¡Yo no sé qué tanto lío con las papas y las papas, como si fuéramos europeos, cuando todo el mundo sabe que lo del cubano es el plátano, el boniato, la yuca y la malanga!, asegura Esmérido, que aunque lleva cincuenta años viviendo en La Habana, todavía camina como un guajiro por los surcos. «Lo que pasa es que la papa-ayuda», dice su mujer, Ana María, uniendo demasiado las dos última palabras, lo que, en buen cubano, tiene una fuerte carga de doble sentido.
Lo que no deja lugar a dudas es que, por estos días, ese es el entretenimiento preferido de los jubilados que no tienen otra cosa que hacer; y el filón temporal de los que siempre andan inventando para buscarse unos cuantos pesos «por fuera», pues hacen las largas colas una y otra vez para luego revender la libra del tubérculo, unos metros más allá, cinco veces más cara.
Pero muchos consideran que la persecución implacable de las papas no es más que un ejercicio inútil, pues a la larga ocurrirá lo mismo de siempre, que dentro de pocos días estarán muertas de risa en todas partes, durante el resto del año, si no pasa como en el 2012, que la cosecha se quedó corta y por eso no llegaron hasta fin de año.