A pesar de ser bautizado con un nombre de muchachita angelical, ‘Sandy’ pasó por el oriente de Cuba, de norte a sur, y poco faltó para que no dejara piedra sobre piedra, según cuentan muchos de los habitantes de esas zonas, a quienes les trajo el recuerdo de ‘Ike’, uno de los enormes huracanes que en el 2008 arrasaron al país de una punta a la otra, o incluso del ‘Flora’, que en 1963 con sus fuertes lluvias y recorrido errático provocó las peores inundaciones de que se tiene memoria y la muerte de 1.200 personas. A pesar de ser bautizado con un nombre de muchachita angelical, ‘Sandy’ pasó por el oriente de Cuba, de norte a sur, y poco faltó para que no dejara piedra sobre piedra, según cuentan muchos de los habitantes de esas zonas, a quienes les trajo el recuerdo de ‘Ike’, uno de los enormes huracanes que en el 2008 arrasaron al país de una punta a la otra, o incluso del ‘Flora’, que en 1963 con sus fuertes lluvias y recorrido errático provocó las peores inundaciones de que se tiene memoria y la muerte de 1.200 personas.
Ciertamente, las autoridades de la Defensa Civil aplicaron las medidas preventivas acostumbradas para esta clase de contingencias, pero todo indica que muchos se durmieron en los laureles y confiaron en que ‘Sandy’, anunciado como un ciclón de categoría uno, no pasaría de ser un «viento platanero». Por eso, y como ‘Sandy’ avanzó durante la noche y la madrugada, la gente se fue a la cama sin grandes preocupaciones, pero Cuba entera quedó boquiabierta con las imágenes de la televisión cuando a la mañana siguiente muchos encendieron los televisores «para ver por donde andaba el ciclón».
Para colmo, ocurrió todo lo contrario de lo que se pensaba: ‘Sandy’ no se debilitó al enfrentarse a las montañas de Jamaica, sino que pasó de refilón por la isla vecina y siguió cobrando fuerza. Tocó tierra cubana al oeste de Santiago de Cuba y por ello los vientos más fuertes, procedentes del mar, fueron directamente a golpear la ciudad.
José Rubiera, «el hombre del tiempo» en la TV cubana, lo calificó como «el huracán perfecto», pues cruzó la Sierra Maestra sin enterarse, siguió tierra adentro ganado fuerza -todo lo contrario a lo que siempre ocurre- y salió a la costa norte por la provincia de Holguín y solo entonces se disgregó un poco para enseguida comenzar a estructurarse nuevamente ya rumbo al norte de Estados Unidos.
Lo que quedó ha conmocionado a todo el país. Las calles de Santiago de Cuba y otras ciudades cubiertas de escombros de viviendas, escuelas, hospitales, almacenes, comercios, como si hubiera ocurrido un terremoto. Solo en Santiago de Cuba fueron afectadas, según las autoridades, alrededor de 130.000 viviendas, y de ellas 15.000 destruidas totalmente. Miles de árboles y hasta las palmas, que siempre aguantan las tempestades, arrancados incluso de raíz y obstruyendo calles y carreteras, decenas de contenedores que se encontraban en el puerto, flotando en la bahía o esparcidos por los atracaderos; destrozadas las instalaciones del aeropuerto, del reconocido cabaret Tropicana Santiago y hasta algunos de los hoteles que se levantan junto a la costa, y de donde, afortunadamente, habían sido evacuados todos los turistas. Cero energía eléctrica, cero teléfonos y cero combustible para cocinar mientras tanto se vaya restableciendo los servicios, y por ello los pobladores se enteran de lo que ocurre en el mundo mediante televisores ubicados en algunos lugares públicos, mientras carros altavoces circulan por los barrios orientando a la población sobre las medidas para evitar epidemias. Por si fuera poco las lluvias de ‘Sandy’ causaron grandes inundaciones adicionalmente, en Ciego de Ávila, Sancti Spíritus y Villa Clara, en el centro del país y muy alejadas de la trayectoria del huracán, con lo cual las pérdidas en la agricultura de buena parte del país son también millonarias. Y 11 personas fallecidas, cifra sorprendente en un país tan entrenado para contingencias de esta naturaleza que cuando se reportan muertos es casi siempre como resultado de la imprudencia.
«’Sandy’ acabó con la quinta y con los mangos» es hoy la frase más recurrente entre los cubanos, mientras desde todas partes del país se envían los pocos recursos disponibles para paliar los daños, brigadas de electricistas, constructores, militares y empleados de las comunicaciones se movilizan, e incluso en las ciudades del occidente del país las familias acopian alimentos, ropas y útiles para ayudar a los parientes «del campo» y se disponen ahora a enfrentar, en medio de las cotidianas dificultades económicas, el multimillonario gasto adicional que implica para el país la recuperación, y compartir aun más lo poco que se tiene.