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Los Castro confían en Putin para ganarse la confianza de Trump

Si algo ha caracterizado a los hermanos Castro ha sido su capacidad de adaptarse a los cambios en la coyuntura internacional a lo largo de los años; en realidad, décadas. Por ello, los ejercicios militares anunciadas poco después de la victoria de Donald Trump en las presidenciales estadounidenses podrían ser tan solo una maniobra de distracción. Si algo ha caracterizado a los hermanos Castro ha sido su capacidad de adaptarse a los cambios en la coyuntura internacional a lo largo de los años; en realidad, décadas. Por ello, los ejercicios militares anunciadas poco después de la victoria de Donald Trump en las presidenciales estadounidenses podrían ser tan solo una maniobra de distracción.

Antes que de un toque de atención a las promesas del republicano de revertir gran parte de los avances introducidos por el presidente Barack Obama en las relaciones con la Isla, estaríamos ante una estratagema para ganar tiempo en la que quizá sea necesario algún aliado. Pero éste ya ha sido decidido en consonancia con toda la puesta en escena.

Nadie mejor, por tanto, que los viejos aliados rusos tanto porque pueden servir como potencial amenaza que llenase el vacío que no quieran cubrir los norteamericanos, como para ejercer de intermediarios. No hay que olvidar que el presidente ruso Vladimir Putin se ha revelado como un gran aliado de Trump, quien, a su vez, lo ha alabado en repetidas ocasiones.

Por ello, Cuba ha realizado en los últimos días una serie de movimientos casi frenéticos a través de los cuales ha reforzado su relación con Rusia. El último de ellos el acuerdo entre la empresa rusa Tver­vagonnostroitelny Zavod y la cubana Tradex para la compra de 68 coches de pasajeros como parte del desarrollo del ferrocarril en la Isla y en el marco de la visita oficial a Rusia del viceministro de Transporte Eduar­do Rodríguez Dávila.

Una nueva demostración de la participación efectiva de Rusia en el programa de desarrollo económico y social de Cuba hasta el 2020, que se une al anuncio del viceministro de Defensa ruso, Nikolái Pankov, de que Moscú estaría pensando en recuperar las instalaciones de la base militar de Lourdes, muy cerca de La Habana.

O a la firma hace una semana de los gobiernos de Cuba y Rusia de que crearán ya en 2017, una empresa mixta para la producción de baterías acumuladoras: el primer negocio en el sector industrial que emprenden ambos países de forma conjunta. O proyectos como la modernización de la siderúrgica Antillana de Acero.

También dos nuevos acuerdos de cooperación entre Cuba y Rusia fueron firmados ya en la primera jornada de la Feria Internacional de La Habana Fihav 2016. Uno entre en sector aeronáutico y de telecomunicaciones; y otro para la modernización de la industria azucarera cubana. Es decir, una pleyade de movimientos que harían todavía más difícil para Trump cumplir su promesa.

Más aún dados los múltiples canales de cooperación que ya están activos y el creciente interés de las empresas estadounidenses en Cuba que elevarían considerablemente el coste político para él. Por ello es más probable que regrese a su posición inicial de único aspirante republicano favorable al acercamiento a Cuba. Después de todo, se trata de un hombre de negocios.

Ello quiere decir que, probablemente, Trump tan solo busque subir el precio de las concesiones que espera obtener a cambio de las autoriades de la Isla. Pero éstas también son hábiles negociadores y se puede dar por descontado que igualmente buscarán maximizar las ventajas de los sectores económicos clave, controlados por las Fuerzas Armadas, antes de una eventual transición.

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