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El final de la transición cubana quizá se aleje de los actuales escenarios

En 15 días...

Como ocurre en todas las familias tradicionalmente constituidas, la ausencia de un testamento escrito por el patriarca-propietario de la finca acostumbra a generar revuelo entre los aspirantes a recibir una parte de la propiedad. Como ocurre en todas las familias tradicionalmente constituidas, la ausencia de un testamento escrito por el patriarca-propietario de la finca acostumbra a generar revuelo entre los aspirantes a recibir una parte de la propiedad.

La manifestación firmada por Fidel Castro a través del vehículo habitual en los último meses para acoger sus palabras, el diario oficial Granma, donde expresa su renuncia a cualquiera de los dos cargos ejecutivos que ostentaba en el organigrama político cubano abre la caja de los truenos de la sucesión del patriarca y líder revolucionario.

A la hora de escribir estas líneas aún no se conoce la composición final del Consejo de Estado que emanará de la nueva Asamblea del Poder Popular, pero la autoexpulsión de Fidel Castro, de por si ya supone una incertidumbre evidente.

Desde hoy, día 19 de febrero, fecha de la publicación de la renuncia de Fidel a los cargos ejecutivos que tenía en su país, puede hablarse con propiedad del comienzo de su sucesión. El problema es que ese tránsito dista mucho de estar todavía claro, al menos desde la perspectiva del medio plazo. Para las próximas semanas, lo más probable quizá sea que, Raúl Castro, el hermano-cómplice asuma la presidencia del Consejo de Estado y que el civil y más jóven, aunque perfectamente curtido en los vericuetos y avatares del castrismo, Carlos Lage asuma la presidencia del Gobierno. Al incalificable Ricardo Alarcón, si la salud se lo permite, le corresponderá permanecer en la presidencia de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Hasta aquí lo que es imaginable en el corto plazo, de ahí en adelante todo son incógnitas. Desde la profundidad del impulso reformista que esta nueva nomenclatura quiera, o pueda, impulsar en su ejecutoria o las pugnas que ya se están produciendo en los intrincados cenáculos políticos habaneros. La verdad es que nadie tiene en la mano la solución final a esta transición y es más que probable que se aleje de todos los escenarios teóricos dibujados hasta ahora. Al final, no conviene olvidarse que estamos ante una República caribeña y tropical.

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