‘Radio bemba’, nombre con el que se identifica a los rumores callejeros en La Habana, ha vuelto a dar en el clavo. “¿Recuerdas que te dije que seguro que iban a elegir a Esteban Lazo para la presidencia de la Asamblea? Pues míralo ahí, decía Pancho. “Y yo no te decía que Miguel Díaz-Canel apuntaba a los más alto? Pues ahí está, nada menos que de primer vicepresidente, segundo al mando de Raúl y a un tilín de ser el próximo presidente de este país” , le contestó Emilio… ‘Radio bemba’, nombre con el que se identifica a los rumores callejeros en La Habana, ha vuelto a dar en el clavo. “¿Recuerdas que te dije que seguro que iban a elegir a Esteban Lazo para la presidencia de la Asamblea? Pues míralo ahí, decía Pancho. “Y yo no te decía que Miguel Díaz-Canel apuntaba a los más alto? Pues ahí está, nada menos que de primer vicepresidente, segundo al mando de Raúl y a un tilín de ser el próximo presidente de este país” , le contestó Emilio…
El dúo Buena Fe no parece cansarse de demostrar que aunque va sumando años a su carrera sigue marcando el paso en la popularidad entre los jóvenes y los ya no tan jóvenes.
La más reciente muestra de ello es Dial, su último disco, en el cual Israel Rojas y Yoel Martínez rinden homenaje a la radio cubana a 90 años de su salida al aire, y para cuyo lanzamiento consiguieron abarrotar el teatro Karl Marx, el mayor de Cuba, misión difícil que solo logran los grandes.
Lo más significativo de la noche fue que las más de cinco mil personas que acudieron al concierto corearon cada una de las canciones aunque estas apenas comienzan a escucharse en la radio.
El espectáculo implicó, además de la música, varias manifestaciones artísticas en las que todos los tipos de admiradores estuvieron representados, confirmación de lo que es capaz el popular dúo cuando de talento y entrega se trata.
Danzas, coros, audiovisuales y actuaciones infantiles transmitieron una fuerza expresiva sobre el escenario dando un matiz muy peculiar al concierto del Karl Marx, que le diferenció de presentaciones anteriores.
Según los entendidos, Dial se propone como un disco que muestra la madurez de Buena Fe, no solo desde el punto de vista musical, sino desde otras aristas de la creación estética vedadas a agrupaciones seguidoras de fórmulas donde el éxito es sinónimo de trivialidad.
El CD contiene 13 temas, en su mayoría compuestos por Rojas, excepto Volar sin ti, creada en conjunto con el cantautor español Andrés Suárez.
La argentina Liliana Herrero es de esas voces que a la primera convence y de inmediato deslumbra, y así lo hizo con los miembros de la banda «Más Nueva».
No es una estrella como esa a las que estamos acostumbrados en la TV y las revistas, sino una simple mortal -en apariencia- de esas con las que uno puede toparse a cada momento por la calle, con cara de jefa de familia preocupada por alimentar a sus vástagos.
Pero basta que entone las primeras notas para que todo cambie y su voz conquiste el alma de quienes la escuchan y los transporte al infinito, así de simple y complejo.
Porque ir a un concierto de Liliana Herrrero no es sentarse cómodamente a escuchar a una excepcional intérprete, es un acto de comunión en el que a veces los momentos más emotivos pueden llegar en ese diálogo permanente que establece con la audiencia.
Porque al parecer, para ella un concierto no es una simple suma de canciones bien interpretadas sino una entrega total en la que se interrumpe a sí misma, conversa con el público, lo interpela, ríe, llora, baila, suda a mares, hasta pierde por momentos la voz y nadie lo percibe como una carencia sino como algo más.
«Yo tiendo a desarmar las cosas», confesaba la cantante como justificándose ante el público, porque al igual que la mexicana Chavela Vargas, la cubana Omara Portuondo y otros pocos nombres, logra hacer las canciones totalmente suyas.
Y así muchos descubrieron a esta mujer en el Patio de las Yagrumas, de La Habana, lugar que como dijo ella, la ayudo a «comprender tantas cosas para comprender un país».
Entre los platos fuertes de la Feria del Libro de La Habana, que concluyó en su etapa capitalina y ahora anda de recorrido por las provincias del país, figuraron los homenajes a Daniel Chavarría, uno de los escritores más perseguidos por los amantes de la literatura en la isla.
El octogenario Chavarría, que con su melena y barba blancas recuerda a un papá Noel que olvidó en alguna parte su traje rojo y su trineo, centró en sí mismo el coloquio
«Vida y obra de Daniel Chavarría», a pesar de la presencia de panelistas más que reconocidos como el escritor Juan Madrid, José Manuel Martín Medem, director de radio y televisión en España, Iroel Sánchez, ingeniero y periodista cubano, y Mónica Olivera, Directora del Sello Ediciones Cubanas de ARTex, al que se sumaron otros artistas e intelectuales.
Para no variar en cuanto a la originalidad del homenajeado, la presentación la hizo él mismo, trampa con la cual logró llevar a los panelistas a su propio terreno, y cautivó a todos con sus narraciones de cómo burló la muerte, la exaltación de sus amigos y las opiniones sobre sus hijos cubanos, de los que destacó su «vocación por la marginalidad», trasfondo de algunas de sus novelas más leídas, aunque la realidad de su propia vida supere a la ficción de sus libros, como la historia contada por él, de su salida de Uruguay en 1961 para ir a parar a Colombia, «donde colaboré con un movimiento guerrillero en la cordillera occidental dirigido por un cura. Yo era gerente de un almacén in bond, estaba metido en el contrabando y aprovechando esas vías sacaba compañeros heridos». «En uno de esos tejemanejes me avisan desde Bogotá que el Departamento Administrativo de Seguridad me detectó. Decido salir rápidamente porque estaba cagado del susto pero no podía huir en carro de noche, soy mal chofer y en aquella época los caminos eran muy malos».
«La única opción que me quedó fue secuestrar la avioneta que venía cada día desde Bogotá y traerla para Cuba. Compré todos los pasajes para ese vuelo y solo llevé a mi mujer, a nuestra niña de seis años y a un hombre que se coló sin saber el pobre para dónde íbamos».
Confiesa que vino a terminar su primera novela a los 45 años después de haber tirado a la basura alrededor de 10 intentos que le parecieron pésimos. Aquella novela fue «Joy», una historia de espionaje en el marco de la confrontación entre Estados Unidos y Cuba que se convirtió de inmediato en un éxito editorial en la isla y publicada en muchos otros países. Y desde entonces no ha parado y cuenta en su haber con casi una veintena de obras, todas desaparecidas de las librerías inmediatamente que salen de imprenta.