Ante una simple pregunta cómo ¿todo sigue igual?, el inquisidor podría obtener multitud de respuestas. Ante una simple pregunta cómo ¿todo sigue igual?, el inquisidor podría obtener multitud de respuestas. Aunque, con sus matices, casi todas podrían clasificarse en un número reducido de categorías. Desde el punto de vista de la mayor parte de la población cubana, ese 90% que vive ‘bajo el sistema‘, la respuesta a esta pregunta sería afirmativa. En principio, por supuesto. Después, sin embargo, si se consigue mantener la conversación el tiempo necesario aflorarán esos cambios que se han producido con cuentagotas en el último lustro y que, sin embargo, suponen muy poco para la vida cotidiana de los sufridos habitantes de la Isla. Tal vez, porque las esperanzas de un vuelco en la situación, al menos desde el punto de vista de la microeconomía, eran grandes y los resultados se han situado muy por debajo de las expectativas. En cambio, si el interesado realizara la misma pregunta a otro tipo de interlocutor, por ejemplo a cualquier empresario con intereses en la Isla que viaje allí con frecuencia desde hace un tiempo, obtendría una contestación muy distinta. Ellos sí aprecian cambios en la cotidianidad cubana. Incluso hay quien empieza a hablar de la aparición de una cierta clase media, de un grupo de población que, de un modo u otro, ha adquirido cierta capacidad de consumo y se mueve con unas reglas distintas, más cercanas a los parámetros habituales en otros países donde está vigente el sistema capitalista. Pero, de nuevo, si se trata de hablar de algo concreto, de posibles avances en lo que respecta a las facilidades que tienen los inversores internacionales para hacer negocios allí, la respuesta tampoco es positiva. También en este caso, la percepción es que, a pesar de las múltiples promesas, y de la aprobación de una nueva Ley para regular estas operaciones, todo sigue, más o menos como estaba. No obstante, cada vez hay más signos de que la aparente calma que rodea a la Isla es sólo el preludio de algo. De que se estaría forjando, según aseguran algunos expertos ‘cubanólogos’, una especie de pacto bilateral no escrito entre Washington y La Habana que tendrá alguna consecuencia a medio plazo. Aunque el impacto de esas presuntas negociaciones secretísimas de las que algunos hablan, tal vez, no se refleje en un cambio político. Sobre todo porque los objetivos económicos parecen más prioritarios.
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